Las lámparas incandescentes aún iluminan el 80% de los hogares
Argentina – 26/05/2011 – La Nación – Pág. 14/Sección: Información General – Tiempo de Lectura: 3′ 40»
En seis días, su venta quedará prohibida por ley; pero estiman que seguirán en uso por dos años más
En seis días, su venta quedará prohibida por ley; pero estiman que seguirán en uso por dos años más
Soledad Vallejos
LA NACION
En el baño, en la lámpara de la mesita de luz y en los plafones de techo de las habitaciones y el living. A pesar de que las clásicas lamparitas de luz incandescentes tienen los días contados, aún hoy el 80 por ciento de la iluminación en los hogares argentinos proviene de ellas, según datos de la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, Electromecánicas, Luminotécnicas, Telecomunicaciones, Informática y Control Automático (Cadieel).
En apenas seis días, su venta quedará prohibida por ley en todo el país y, aunque en las principales cadenas de supermercados ya casi no se las encuentra, los pequeños comercios de barrio las atesoran en su stock casi como objetos valiosos.
«El consumidor todavía necesita educarse. Cuesta asimilar que el ahorro de energía con las lámparas de bajo consumo es muy grande y que, si bien son más caras, también duran mucho más», dice a La Nación Claudio Kramer, gerente de Cadieel.
Según opinan los expertos, la gente las seguirá utilizando mientras duren. Un cálculo rápido y aproximado indicaría que, por lo menos, las lámparas incandescentes iluminarán los hogares unos dos años más. «Tienen unas mil horas de funcionamiento, así que, entre las que hoy están en uso y las que pueden quedar como reserva en las alacenas de las casas, a un promedio de cuatro horas de uso diario, seguirán funcionando por uno o dos años más», estima Kramer.
Coincide con este cálculo Hernán Giardini, director de la campaña de cambio climático de Greenpeace Argentina. «En dos años el 99 por ciento del país utilizará lámparas de bajo consumo, y el costo extra que hoy debe pagar el consumidor se amortizará con el tiempo y con la reducción de la tarifa de luz», argumenta Giardini.
Estudios realizados por la ONG indican que «el ahorro anual con un fuerte programa de reemplazo de luminarias en el sector residencial puede ser de 4200 GW/h, casi el doble de lo que produce la Central Atómica Atucha I. Y, si se aplicase un programa total en el cambio de luminarias, extendido a los sectores públicos y comerciales [lo que sucederá a partir de la puesta en vigencia de la ley 26.463] podríamos evitar una demanda de energía similar a la generación que se estima para la planta atómica Atucha II».
En una recorrida que realizó La Nación por pequeños supermercados y comercios de barrio, se pudo comprobar que las lámparas incandescentes aún son más solicitadas que las de bajo consumo. «Es cierto que la venta de las lámparas de bajo consumo aumentó en estos últimos tiempos, pero el cliente prefiere llevar las clásicas bombitas de 75 y 100 W -confiesa la dueña de una ferretería de Núñez, sobre Manuela Pedraza-. Además hay algunos veladores que no tienen el equivalente, como las lamparitas vela, en los que la rosca es un poco más fina.»
Desde Cadieel, las estadísticas de los últimos tres años con respecto a la venta de lámparas de bajo consumo confirman la apreciación del comerciante porteño. «En 2007, se vendieron 16 millones de lámparas de bajo consumo contra 160 millones de incandescentes; en 2008, la cifra subió a 18 millones. En 2009, 38 millones de unidades y, el año pasado, se comercializaron unos 40 millones de lámparas de bajo consumo contra 100 millones de incandescentes», señala Kramer.
La excepción a la regla
Las lámparas incandescentes cuya potencia sea igual o inferior a 25 vatios (25 W), y aquellas cuya tensión nominal sea igual o inferior a 50 voltios (V), independientemente de la terminación de la ampolla de la lámpara, quedan exceptuadas de la ley y podrán ser comercializadas. «Suelen ser las bombitas para las heladeras, microondas y hornos convencionales, y su reemplazo, además de no generar un gran beneficio, traería serios trastornos», opina Giardini, que recomienda no desechar las lámparas de bajo consumo junto con los residuos hogareños y hacer una recolección diferenciada, una costumbre poco arraigada en la cultura doméstica de los argentinos.
La razón de esta medida es que estas lámparas contienen 2 miligramos de mercurio, un metal peligroso para el medio ambiente. «Es cierto que tienen mercurio, aunque en una cantidad mil veces menor que un termómetro clínico, por ejemplo, y lo correcto sería que, luego de su vida útil, reciban un tratamiento especial como residuo electrónico -advierten en Greenpeace-. Por eso ahora también estamos luchando para que el proyecto de gestión de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, que ya fue sancionado por el Senado, consiga la aprobación en la Cámara de Diputados, y así responsabilizar a las empresas fabricantes de su reciclado.»
Sin embargo, en el balance de impactos, los expertos aseguran que «el uso de las lámparas de bajo consumo es altamente positivo ya que el ahorro energético que producen disminuye los impactos ambientales por el uso de fuentes fósiles, las que también emiten mercurio al ambiente», explica Giardini.
LA NACION
En el baño, en la lámpara de la mesita de luz y en los plafones de techo de las habitaciones y el living. A pesar de que las clásicas lamparitas de luz incandescentes tienen los días contados, aún hoy el 80 por ciento de la iluminación en los hogares argentinos proviene de ellas, según datos de la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, Electromecánicas, Luminotécnicas, Telecomunicaciones, Informática y Control Automático (Cadieel).
En apenas seis días, su venta quedará prohibida por ley en todo el país y, aunque en las principales cadenas de supermercados ya casi no se las encuentra, los pequeños comercios de barrio las atesoran en su stock casi como objetos valiosos.
«El consumidor todavía necesita educarse. Cuesta asimilar que el ahorro de energía con las lámparas de bajo consumo es muy grande y que, si bien son más caras, también duran mucho más», dice a La Nación Claudio Kramer, gerente de Cadieel.
Según opinan los expertos, la gente las seguirá utilizando mientras duren. Un cálculo rápido y aproximado indicaría que, por lo menos, las lámparas incandescentes iluminarán los hogares unos dos años más. «Tienen unas mil horas de funcionamiento, así que, entre las que hoy están en uso y las que pueden quedar como reserva en las alacenas de las casas, a un promedio de cuatro horas de uso diario, seguirán funcionando por uno o dos años más», estima Kramer.
Coincide con este cálculo Hernán Giardini, director de la campaña de cambio climático de Greenpeace Argentina. «En dos años el 99 por ciento del país utilizará lámparas de bajo consumo, y el costo extra que hoy debe pagar el consumidor se amortizará con el tiempo y con la reducción de la tarifa de luz», argumenta Giardini.
Estudios realizados por la ONG indican que «el ahorro anual con un fuerte programa de reemplazo de luminarias en el sector residencial puede ser de 4200 GW/h, casi el doble de lo que produce la Central Atómica Atucha I. Y, si se aplicase un programa total en el cambio de luminarias, extendido a los sectores públicos y comerciales [lo que sucederá a partir de la puesta en vigencia de la ley 26.463] podríamos evitar una demanda de energía similar a la generación que se estima para la planta atómica Atucha II».
En una recorrida que realizó La Nación por pequeños supermercados y comercios de barrio, se pudo comprobar que las lámparas incandescentes aún son más solicitadas que las de bajo consumo. «Es cierto que la venta de las lámparas de bajo consumo aumentó en estos últimos tiempos, pero el cliente prefiere llevar las clásicas bombitas de 75 y 100 W -confiesa la dueña de una ferretería de Núñez, sobre Manuela Pedraza-. Además hay algunos veladores que no tienen el equivalente, como las lamparitas vela, en los que la rosca es un poco más fina.»
Desde Cadieel, las estadísticas de los últimos tres años con respecto a la venta de lámparas de bajo consumo confirman la apreciación del comerciante porteño. «En 2007, se vendieron 16 millones de lámparas de bajo consumo contra 160 millones de incandescentes; en 2008, la cifra subió a 18 millones. En 2009, 38 millones de unidades y, el año pasado, se comercializaron unos 40 millones de lámparas de bajo consumo contra 100 millones de incandescentes», señala Kramer.
La excepción a la regla
Las lámparas incandescentes cuya potencia sea igual o inferior a 25 vatios (25 W), y aquellas cuya tensión nominal sea igual o inferior a 50 voltios (V), independientemente de la terminación de la ampolla de la lámpara, quedan exceptuadas de la ley y podrán ser comercializadas. «Suelen ser las bombitas para las heladeras, microondas y hornos convencionales, y su reemplazo, además de no generar un gran beneficio, traería serios trastornos», opina Giardini, que recomienda no desechar las lámparas de bajo consumo junto con los residuos hogareños y hacer una recolección diferenciada, una costumbre poco arraigada en la cultura doméstica de los argentinos.
La razón de esta medida es que estas lámparas contienen 2 miligramos de mercurio, un metal peligroso para el medio ambiente. «Es cierto que tienen mercurio, aunque en una cantidad mil veces menor que un termómetro clínico, por ejemplo, y lo correcto sería que, luego de su vida útil, reciban un tratamiento especial como residuo electrónico -advierten en Greenpeace-. Por eso ahora también estamos luchando para que el proyecto de gestión de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, que ya fue sancionado por el Senado, consiga la aprobación en la Cámara de Diputados, y así responsabilizar a las empresas fabricantes de su reciclado.»
Sin embargo, en el balance de impactos, los expertos aseguran que «el uso de las lámparas de bajo consumo es altamente positivo ya que el ahorro energético que producen disminuye los impactos ambientales por el uso de fuentes fósiles, las que también emiten mercurio al ambiente», explica Giardini.
(Poder Legislativo)
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