Inflación y subsidios, dos puntos fuertes en la agenda que viene

Argentina – 05/07/2011 – Clarín – Pág. 18/Sección: El País – Tiempo de Lectura: 3′ 51»
 
PROBLEMAS PARA DESPUES DE OCTUBRE
EN FOCO
Alcadio Oña
Seguro, habrá golpes de efecto oficiales en el camino a las elecciones de octubre, pero muy probablemente ninguno que meta ruido en la economía.
La mirada de los analistas está puesta, entonces, en el después: en cómo serán encarados desajustes acumulados estos años, que el propio kirchnerismo puede heredar o dejar para quienes lo sucedan.
Abundan coincidencias en que, de arranque, será crucial frenar el proceso inflacionario, sólo porque, entre otras cosas, proyecta efectos sobre frentes tan sensibles como el tipo de cambio real, los planes de inversión, los salarios y la pobreza.
Sin embargo, nada asegura que si Cristina Kirchner gana vaya a hacer algo que en la era K no se hizo, pese a que la inflación resulta bien tangible desde 2007. Y menos previsible es que pegue un giro, si sale empinada con un triunfo en primera vuelta.
Ex funcionarios del actual gobierno propusieron, en su momento, un plan que combinaba políticas monetarias, cambiarias, fiscales y de ingresos, de modo de trazarle un sendero descendente a los precios. El resultado está a la vista: no hubo nada de eso, sino redobles en la intervención del INDEC.
El mismo margen de duda vale para el saneamiento del instituto de estadísticas, así luzca imperioso. Fuera del área oficial, hay quienes propician ponerlo en marcha apenas pasado octubre, pero sin apurarse: primero, dicen, sería necesario quebrar la inercia y las expectativas inflacionarias y lograr que la población perciba el cambio.
«Así, luego los índices del nuevo INDEC resultarían más confiables», dicen.
Cualquiera sea la vía elegida, si se elige alguna, implicará, necesariamente, reconocer la inflación. Pese a que la Argentina convive hace cinco años con tasas de dos dígitos, entre las más altas del mundo, el kirchnerismo aún sigue inconmovible. Y mientras la niega, le sirve para robustecer los ingresos impositivos.
En el semillero de economistas K tampoco se conmueven por una política monetaria que expande dinero al 40 % anual. «Viejas ideas de monetaristas», le sacuden a quienes creen que si allí no está el origen del proceso inflacionario, al menos le pone un piso del 20 %.
Así nunca hayan sido monetaristas, presuntos aludidos opinan que es posible manejarse con una expansión menor, sin resentir la actividad económica.
Con igual cuidado, también advierten un ancho espacio para desacelerar el gasto público que crece, siempre, arriba del 30 %.
Eso, dicen, permitiría contar con excedentes ante eventuales ciclos de contracción económica: el fondo que Lavagna imaginó en sus tiempos de ministro de Kirchner y quedó archivado porque achicaba la caja del poder.
Como una letanía, Amado Boudou y otros K devenidos en heterodoxos repiten que tocar alguno de estos resortes es pura medicina ortodoxa. Discurso político raso, lo recitan sabiendo que muchos de los atacados no alientan un ajuste que frene el crecimiento y el empleo o deprima el salario. Ni jamás, de verdad, militaron en el bando liberal.
Pero existe un punto en el que el gasto estatal pinta insostenible: los $ 48.000 millones que el año pasado se fueron en subsidios indiscriminados o los 80.000 millones que podrían acumularse en 2011, con el sistema energético al tope.
Prácticamente nadie valida, en la oposición, un corte abrupto que, encima, tendría fuerte impacto inflacionario. Sino un proceso paulatino, selectivo, que consumiría varios años y preservaría a las capas de menores recursos.
Sólo porque suena a imposible sostener un paquete semejante, el propio Gobierno estaría pensando en recortes. Si los aplica será, claro está, después de las elecciones.
Por lo demás, no resultará sencillo repetir las tasas chinas de 2003­2008. Ya no existe la enorme capacidad de producción ociosa de entonces, sino una utilización promedio que bordea el 80 %. Tampoco otros colchones, como el tipo de cambio ultra alto, que aseguró competitividad y protección a la industria; los salarios ultra bajos y un desempleo considerable.
«En el ciclo que viene la macroeconomía carecerá de aquel impulso», sostiene un analista. Y por eso, proyecta niveles de crecimiento del 4 al 6 % anual.
También cree que vendrá el tiempo de poner la lupa en la micro. Esto es: inversiones de mayor calidad; una capacitación de la mano de obra que aumente la productividad; avanzar en nuevas tecnologías y superar cuellos de botella evidentes en energía, caminos y puertos.
Entre los consultores nadie dramatiza con situaciones de crisis, aunque prevén inevitable enfrentar desajustes que saltan a la vista. ven, a favor, un horizonte de pagos de la deuda relativamente holgado, un stock de reservas potente y un tipo de cambio que todavía puede ser administrado con cierta flexibilidad.
En cambio, hasta quienes descuentan un triunfo de Cristina machacan con el «costo de oportunidad», o sea, que puedan desaprovecharse ventajas de adentro y de afuera. Y como quien sabe de qué habla, dice: «Habrá que elevar el estándar de los equipos y la capacidad de gestión».
Faltaría agregar otros puntos: la dificultad para seguir barriendo problemas debajo de la alfombra y que el relato solo no equilibra las variables desequilibradas.
Fuente ASAP

(Presidencia de la Nación – Poder Ejecutivo)

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