El orden global y el estado nacional (2)

Argentina – 26/04/2012 – Buenos Aires Económico – Pág. 28 – Tiempo de Lectura: 3′ 44»
 
Aldo Ferrer
En las dos últimas notas en BAE, observamos la construcción del Estado neoliberal en el transcurso de las dos etapas contenidas en le período 1976-2001. Cabe concluir que, la segunda etapa, como la primera, fueron reveladoras de la debilidad de la densidad nacional. En la primera, porque la sociedad argentina no logró resolver sus conflictos en el marco de la transacción política dentro de instituciones estables, se precipitó en la vorágine de la violencia y el terrorismo de Estado y, de allí, a la renuncia de un proyecto nacional, instalando el Estado neoliberal.
En la segunda etapa, fue también la debilidad de la densidad nacional la que explica como, en el marco de la democracia, se pudo agredir de tal manera los intereses fundamentales de la Nación y construir el Estado neoliberal más estrepitoso de la escena mundial contemporánea.
La construcción del Estado neoliberal fue mucho más ambiciosa en la primera etapa que en la segunda. En aquella porque, al fin y al cabo, un régimen de facto, al menos en nuestra experiencia, es siempre transitorio, y, en tales condiciones, el Estado neoliberal se construye en fundamentos efímeros y vulnerables. En el marco de la democracia y de instituciones estables, los fundamentos son más permanentes. Por lo tanto, requerían un diseño jurídicamente sólido.
El Estado neoliberal en la Argentina, no fue impuesto desde afuera sino construido desde adentro y resultado de la debilidad de la densidad nacional. De hecho, la historia revela multiplicidad de ejemplos de países que construyeron sus Estados nacionales, soberanía y estrategias de transformación productiva, dentro de las mismas reglas multilaterales con las cuales, opera también, la Argentina.
Conviene, también, observar en materia de compromisos externos que imponen límites a la libertad de maniobra del Estado nacional, que existen algunos distintos de los que surgen de la instalación del Estado neoliberal. Se refieren, principalmente, a la membresía en organismos internacionales, como la OMC y el FMI y, últimamente, a la participación en el G-20. En estos casos, el país asumió compromisos y debe defender sus intereses con toda la prolijidad y sutileza debidas. Es decir, aprovechar las múltiples vías de convivencia con normas multilaterales, protegiendo el interés nacional. En estos días, observamos la queja de un amplio número de miembros de la OMC, por medidas recientes del Gobierno argentino, tema del que se ocupa mi nota en BAE del 5 de abril de 2012.
Existen, por lo tanto, normas multilaterales, como, otro ejemplo, las de propiedad intelectual, que forman parte de la normativa del mundo globalizado que vivimos y que introducen restricciones a la libertad de maniobra de las políticas del Estado nacional. Pero en estos y, en todos los casos, las restricciones realmente severas no son las que vienen de afuera, sino las de adentro, que responden a los intereses y visiones alienadas, hostiles al interés nacional.
Otro tema de la convivencia externa, radica en el acceso a la información sobre la economía argentina y su evaluación por organismos internacionales, como es el caso de los estudios de países previstos en el Convenio Constitutivo del FMI o los realizados por la OECD. En estos casos, conviene observar que, independientemente de que el Gobierno argentino acepte o no la realización de tales estudios, lo fundamental es la solidez de la economía argentina. No deberían realizarse bajo la pretensión que esos informes constituyan una vía de acceso al crédito internacional y el beneplácito de los mercados. Esta última es la situación que, en nuestro caso y muchos otros, fue la vía regia para el desorden económico, la reproducción del subdesarrollo y el malestar social. En otros términos, si el país está sólido de fronteras, para adentro no tiene nada que temer de las opiniones ajenas.
Por último, una observación sobre las restricciones externas que surgen de los compromisos asumidos en los esquemas de integración regional, como el Mercosur. Allí, las normas comunes, deben resultar de la decisión de las partes de ceder soberanía, en el contexto de estrategias que potencien los desarrollos nacionales, afiancen la solidaridad de nuestros países y construyan un futuro común. Conviene observar que la estrategia integracionista puede, o no, estar contagiada de la impronta neoliberal. En los acuerdos fundacionales de la integración de la Argentina y Brasil, durante las presidencias de Alfonsín y Sarney, imperó una estrategia de pleno desarrollo e industrialización de ambas economías y de comercio e inversiones administrados. Los acuerdos, incluían, como un instrumento principal, los acuerdos sectoriales de integración industrial y el equilibrio en los intercambios. Esa estrategia fue radicalmente cambiada durante los gobiernos de Menem y Collor. La integración quedó subordinada al juego espontáneo de las fuerzas del mercado, en un esquema de integración abierta, que concluía siendo un espacio ampliado para las inversiones extranjeras y el escenario de la profundización de las asimetrías de desarrollo y desequilibrios existentes entre los países.
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