El camino del país es la industrialización

Argentina – 04/09/2011 – La Nación – Pág. 6/Economía & Negocios – Tiempo de Lectura: 3′ 52»
 
Columnista invitado
El presente Día de la Industria nos encuentra reafirmando la importancia que tiene el desarrollo manufacturero para la Argentina y la relevancia, para los países desarrollados, de contar con un sólido tejido industrial.

En las últimas décadas, pero con mayor intensidad durante el período del consenso de Washington, ganó espacio la visión que sostenía como único objetivo el de profundizar los procesos de especialización de sus economías.

Así se entendía que las naciones desarrolladas debían resignar sus industrias «mano de obra intensiva» e importar productos o sus partes, de aquellas regiones con bajos costos laborales. Ejemplo de ello fue Estados Unidos, donde se dio una fuerte tendencia a la tercerización de ciertas actividades productivas para ganar una mentada «competitividad». Esta política, que luego se extendió al resto del mundo desarrollado, fue alentada por las corporaciones para maximizar sus utilidades. La consecuencia: un proceso de desindustrialización extendido.

Un escenario similar se produjo al interior de la Unión Europea donde se remarcaba que ciertos países debían cerrar industrias y parte de los fondos comunitarios se destinaban a «sistemas» de reconversión, un eufemismo que implicaba financiar la desaparición de sectores. Así se desindustrializaron los países de menor fortaleza relativa al interior de Europa.

La crisis internacional expone el fracaso de estas estrategias de política económica. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, así lo reconoce al analizar la situación de su país. En un discurso pronunciado recientemente destacó: «Pocos aspectos de nuestro país se han visto tan afectados como el sector industrial no sólo en los últimos años, sino en las últimas décadas. En todo el siglo XX, la producción industrial abrió las puertas de una vida mejor para varias generaciones de trabajadores». Pero continuó: «Las empresas aprendieron a hacer más con menos y enviaban empleos al exterior. Y en la última década la fuerza laboral se redujo en 33% y millones de esmerados y capaces estadounidenses se vieron obligados a dejar de trabajar. Desde hace mucho tiempo compramos demasiado del resto del mundo, cuando deberíamos estar vendiendo más al resto del mundo».

La experiencia argentina
Respecto de la experiencia de nuestro país, prevalecieron concepciones que sostenían que la Argentina no podía tener desarrollo industrial integrado. Estas teorías tenían matices: en algunos casos se planteaba la necesidad de focalizarse sólo en aquellos sectores vinculados con la agroindustria y grandes ramas concentradas, y otras visiones señalaban que el conjunto del sector industrial no era viable. Así se afirmaba que nuestro país debía especializar su economía en base al desarrollo de los servicios o actividades primarias.

Pero esta última década ha marcado al mundo con sucesos muy relevantes en la historia del capitalismo: la situación de Estados Unidos y la UE; el crecimiento de la industria en China y la India; el reposicionamiento del Mercosur; la desmitificación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) o de economías que parecían ser casos ejemplares aportaron evidencias relevantes para evaluar el perfil que debe adoptar nuestra economía.

La industrialización es determinante para garantizar un conjunto de objetivos comunes: la integración territorial y social, innovación tecnológica, empleo masivo, sustentabilidad externa y capacidad de garantizar la totalidad de los equilibrios macroeconómicos. Al mismo tiempo se debe sustentar como pilar fundamental en el mercado interno, ya que reduce la vulnerabilidad de los ciclos externos, genera escalas adecuadas y potencia la posibilidad que las firmas abran mercados externos a partir de consolidarse en el local.

Esta industrialización debe ser diversificada y abarcar tanto aquellos sectores de punta en la innovación tecnológica como aquellos de escala concentrada, los vinculados con las capacidades competitivas naturales y las actividades tradicionalmente creadoras de empleo.

En particular hay que destacar el rol de aquellas ramas que tienen predominio de pymes en la composición sectorial, que son «mano de obra intensiva» y cuya viabilidad se llegó a discutir en el pasado. Es central lograr un sector industrial diversificado, con creciente valor agregado y en el marco del crecimiento equilibrado y conjunto de todos sus sectores económicos, donde el sector agropecuario, de servicios, financiero, de turismo, se vincula directamente con el desarrollo manufacturero.

El mundo se enfrentará a graves problemas de desempleo. Así los países buscarán solucionar sus dificultades sin respetar las reglas de convivencia internacional.

El empleo se convertirá en un objetivo central de la política económica, como manera de aportar paz social y sustento político a los países más desarrollados. Crear «trabajo» será la búsqueda permanente de todos los estados para intentar limitar los impactos de las elevadas tasas de desempleo. El camino para nuestro país es la industrialización, priorizando los sectores que son fuertes creadores de empleo calificado.

El autor de la nota fue ministro de Economía y Producción de la Nación
Por Miguel G. Peirano | Para LA NACION

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