Los problemas cambiarios de Brasil, un espejo cercano donde mirarse

Argentina – 12/04/2011 – Clarín – Pág. 14/Sección: El País – Tiempo de Lectura: 4′ 28»
 
DESINDUSTRIALIZACION Y PRIMARIZACION DEL COMERCIO INTERIOR

EN FOCO
Alcadio Oña
Brasil es, junto a la «bendita soja» y a otros factores externos, parte del llamado viento de cola que empuja a la economía argentina. Seguirá siéndolo para las manufacturas fabriles al menos por algún tiempo, pero está ante un cuello de botella que bien puede funcionar como un espejo en el que mirarse. Se llama retraso cambiario o revalorización del real frente al dólar.
Por eso, Brasil es caro para los argentinos. Y la Argentina, barata para los brasileños. Aunque el socio del Mercosur acumule siete años consecutivos de superávit en el balance comercial bilateral, tal cual puede verse en la infografía.
El Banco Central de ese país compra a razón de US$ 1.200 millones y hasta US$ 1.800 millones diarios ­ diarios, no mensuales ­, con la idea de frenar la caída de su moneda. Tres veces ha reforzado, este año, las medidas para contener el ingreso de capitales. Y aún así, ni mella le hace al fenómeno: desde 2003, el real se apreció cerca del 50 % respecto del dólar.
El punto es que el retraso cambiario le quita competitividad a las exportaciones de manufacturas y, a la vez, estimula las importaciones. Tan es así, que la FIESP, la poderosa central empresaria con sede en San Pablo, ya habla de un franco proceso de desindustrialización. De sustitución de producción nacional por extranjera, clarísima en el sector de maquinarias y equipamiento.
Con una tasa de interés referencial del 11,75 % anual y un dólar en baja, Brasil ofrece al mundo un impresionante negocio financiero, cuando en Estados Unidos el capital rinde 0,25 % y ahora 1,25 % en Europa. El resultado da un flujo constante de fondos del exterior que presiona sobre el tipo de cambio.
Bueno en un punto y complejo en otros, hay un factor adicional que opera en el mismo sentido: la notable suba en los precios internacionales de las materias primas que produce, tanta que allí no gravita la desvalorización del dólar. En un año, la cotización del café aumentó 64 %. Entre 34 y 47 % la de los granos y el aceite de soja. Nada menos que 126 % la del mineral de hierro. Exportador de petróleo, lo mismo ocurre con el precio del crudo.
Este lote de bienes contribuirá fuerte a exportaciones, que este año andarán en las cercanías de los US$ 260.000 millones, según especialistas locales. De ese modo, además, las reservas del Banco Central brasileño están hoy en
US$ 320.000 millones.
El problema es que las exportaciones de materias primas también aprietan al tipo de cambio. Porque aportan más divisas a la catarata de capitales que llegan de afuera.
Ese es el dilema al que los funcionarios no le encuentran solución: peor, el panorama desmejora sin pausa y nada de lo que hasta ahora se hizo lo altera. Parecido a la teoría de la enfermedad holandesa, según la cual la bonanza de un sector puede derivar en trastornos para otros.
De esto habla la FIESP, cuando advierte que el retraso cambiario alimenta el reemplazo de producción industrial nacional por importada. O cuando se alude a una primarización creciente del comercio exterior.
Preocupado por la inflación, así sea del 6 % anual, el gobierno de Dilma Rousseff ha descartado la medicina de una devaluación brusca. Se resiste a bajar la tasa de interés. Y le teme al debate que armaría un ajuste importante en el gasto público, con efecto sobre los salarios y los grandes fondos de pensión estatales y los propios gobiernos del interior.
Podrían estar al caer, en cambio, retenciones a algunas exportaciones de materias primas, una forma de apropiarse para el Fisco de la renta que generan. Y las que hoy mismo están en la mira son las de mineral de hierro.
Ahora, ¿por qué se dice, aquí, que el caso brasileño podría ser un espejo donde mirarse? Así no sea rigurosamente semejante, pasa que la Argentina avanza rumbo al retraso cambiario. No por culpa del ingreso de capitales, sino de una inflación que desajusta la relación entre el peso y el dólar.
Dicho de otra manera: mientras los precios suben al 25 % anual o más, el dólar va al 4 o 5 %. Pocos economistas o ninguno cree que la solución sea devaluar.
Lo que piden es un plan antiinflacionario.
En auxilio del Gobierno juega la caída del dólar en el mundo, que amortigua el deterioro del tipo de cambio y de hecho opera como una devaluación del peso.
Por la política norteamericana de inundar el mundo con su divisa, depreciándola para reducir su enorme déficit comercial, el dólar ha bajado casi un 15 % en nueve meses.
Aun cuando la ministra de Industria, Débora Giorgi, no lo diga, la Argentina también asiste a un proceso de primarización de sus exportaciones. Y a caballo de importaciones que crecen arriba del 40 %, el balance comercial fabril es notoriamente deficitario.
Semejanza parcial con el caso brasileño, el superávit se sostiene gracias al complejo sojero, que este año aportará ventas al exterior por alrededor de US$ 22.000 millones.
O u$s 30.000 millones, incluyendo todos los cereales. Aún así, el saldo global volverá a contraerse.
Nadie apuesta a convulsiones en el camino a los comicios de octubre. Pero la mezcla de inflación y dólar planchado comenzará a pesar en 2012. O en 2013, cuando habrá elecciones legislativas.
Si el kirchnerismo triunfa en las presidenciales, la pelota cambiaria picará en su campo. También, el paquete de subsidios e importaciones que sostiene la muy débil estructura energética: según algunas estimaciones, en 2011 rondaría los US$ 10.000 millones. Más la montaña de subvenciones que son destinadas al transporte de pasajeros del área metropolitana.
Existen, pues, serías distorsiones en los precios relativos. Junto a una oportunidad internacional nunca vista, para encarar transformaciones estructurales pendientes en el sector industrial: el viento de cola que acompañó toda la era K y no fue aprovechado.
Las inconsistencias del llamado «modelo» serían un dilema para Amado Boudou, aunque el ministro no tenga en sus manos los resortes clave de la política económica y ahora su cabeza esté puesta en colocarse el traje de jefe de gobierno porteño.

(Actividad Económica)

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