Los dilemas de la heterodoxia
Argentina – 23/02/2012 – Buenos Aires Económico – Pág. 28 – Tiempo de Lectura: 5′ 19»
POR ALDO FERBER
La crisis argentina al inicio de este siglo y la debacle financiera internacionaical finalizar su primera década revelaron la incapacidad del neoliberalismo para entender la realidad y gobernarla. Mucho antes de esos acontecimientos, economistas heterodoxos ~en el país y el resto del mundo habían anticipado el epílogo de la hegemonía neoliberal predominante en el orden mundial, desde fines de la década de 1970.
POR ALDO FERBER
La crisis argentina al inicio de este siglo y la debacle financiera internacionaical finalizar su primera década revelaron la incapacidad del neoliberalismo para entender la realidad y gobernarla. Mucho antes de esos acontecimientos, economistas heterodoxos ~en el país y el resto del mundo habían anticipado el epílogo de la hegemonía neoliberal predominante en el orden mundial, desde fines de la década de 1970.
En el campo de las ideas, la heterodoxia, entre cuyas corrientes fundamentales se incluyen el key-nesianismo y el estructuralismo latinoamericano, ha salido triunfante frente al paradigma neoliberal. Es claro, que el neoliberalismo alcanzó su predominio durante casi tres décadas, no por la solidez de sus fundamentos teóricos, sino por la influencia de los actores que lo sustentaban en las economías avanzadas del Atlántico Norte. En los países emergentes de Asia, la fortaleza de su densidad nacional les permitió resistir el contagio neoliberal. En cambio, América latina quedó atrapada en las redes del Consenso de Washington.
Esos actores incluyen fundamentalmente la financiarización, es decir, el predominio de la especulación financiera sobre la economía real y, en menor medida, las corporaciones transnacionales, titulares de las principales cadenas de valor en el orden global. Como lo estamos viendo, en su manifestación más explícita en la actual crisis de la Unión Europea pero, también, en los Estados Unidos, el poder económico y financiero transnacional, que respaldó al neoliberalismo antes de la crisis, lo sigue sosteniendo a rajatabla. En la práctica, sigue predominando el Estado neoliberal en las antiguas economías industriales y dentro de la Unión Europea, en el régimen comunitario. En otros términos, la derrota doctrinaria del neoliberalismo no trastrocó el sistema de poder prevaleciente en buena parte de la economía global, con las consecuencias a las cuales hice referencia en notas anteriores en BAE.
Volviendo al terreno de las ideas, la heterodoxia, triunfante en el plano teórico, sigue enfrentando el desafío de promover políticas públicas no sometidas a la financiarización y al fundamentalismo globalizador. Es decir, políticas públicas que sostengan el crecimiento de la economía real, el empleo y la inclusión social y, respecto de la organización del orden mundial, reglas para erradicar los desequilibrios del sistema, las abismales diferencias en los niveles de bienestar y las amenazas al medio ambiente, la seguridad y la paz.
Los dilemas del orden mundial contemporáneo se plantean también en nuestro país. En la Argentina, la derrota teórica del neoliberalismo ha puesto fin al predominio del pensamiento único. Consecuentemente, han surgido nuevas expresiones del pensamiento crítico, arraigado en la experiencia histórica y en la búsqueda de los rumbos del desarrollo nacional. Desde la salida de la crisis del 2001/2002, las políticas públicas y el comportamiento de la economía argentina reflejan las consecuencias de estos hechos. Sin embargo, como en el resto del mundo, el paradigma neoliberal sigue vigente en la visión y propuestas de los actores opuestos al protagonismo del Estado nacional, como instrumento fundamental de la transformación de la estructura productiva, la inclusión social y el ejercicio de la soberanía, para que el país trace su propio camino en el orden mundial.
El debate ideológico entre el neoliberalismo y la heterodoxia sigue, por lo tanto, vigente. Sin embargo, no es éste, actualmente, el mayor desafío de la construcción heterodoxa de la estrategia de desarrollo nacional. El principal problema es dirimir, dentro del propio campo del pensamiento crítico, cuestiones centrales sobre las cuales existen considerables diferencias de enfoque. Dos de esas cuestiones son la inflación y el tipo de cambio. En esta nota me ocuparé, brevemente, de la primera.
El origen del problema radica en la compleja e inédita naturaleza de la inflación actual en la Argentina. La misma no es asimilable a la experiencia histórica ni se plantea en los mismos términos que en otros países. En el pasado, la inflación argentina, que por su duración e intensidad (que incluye varias híper) tuvo el récord mundial en el siglo pasado, respondía a desequilibrios fundamentales de la economía y/o cuadros severos de inestabilidad institucional.
Una de las causales históricas fue la deuda externa. En mi libro Vivir con lo nuestro (1983), destaqué que el brote inflacionario, que se generalizó en América latina en . el contexto de la crisis de deuda, en la década del ’80, era una consecuencia del «ajuste inflacionario» frente a esa crisis de deuda. Como el Estado no tema capacidad de realizar un «ajuste real», a través del superávit primario en el Presupuesto y el superávit en el comercio exterior, para servir la deuda y la transferencia, el ajuste lo hacía vía el déficit y el impuesto inflacionario. Ese factor fue ignorado, pero tuvo mucha importancia en el pasado y actualmente no opera en la Argentina, por el desendeudamiento. Existen, recursos fiscales y externos suficientes para servir la deuda, sin déficit en el Presupuesto ni en el balance de pagos. Es una causa principal de la libertad de maniobra que ha ganado la política económica argentina y de que se haya desembarazado del FMI y los criterios de los mercados.
Ninguno de los determinantes de la inflación en el pasado están presentes en la actualidad. Las instituciones funcionan, los equilibrios macroeconómicos subsisten en buena medida y la deuda está encuadrada dentro de los recursos propios del país. Además, también a diferencia de nuestra experiencia histórica y, también, la internacional, una inflación mayor de la conveniente no desemboca en el desorden ni impide el crecimiento. La tasa de aumento de precios es relativamente estable y la economía crece a tasas elevadas.
Tampoco podría adjudicarse el origen del problema al conflicto del INDEC. El termómetro no es la fiebre, aunque la falta de uno creíble complica la cuestión y, sobre todo, su análisis. Esta inflación nuestra actual es un invento argentino.
No responde a ninguna de las causales clásicas: excesos de demanda, aumento de costos y factores estructurales por rigidez de los precios relativos. En alguna medida, todas estas variables están siempre presentes en la inflación en todas partes, pero con aumentos de precios muy por debajo de los nuestros. Frente a este escenario, el riesgo de la heterodoxia es caer en interpretaciones reduccionistas de la realidad. Por ejemplo, que el origen radica esencialmente en la puja distributiva y en las maniobras de los actores que tienen posiciones dominantes en los mercados y, la ejercen, para modificar los precios relativos y los márgenes de ganancia en su favor. La puja forma parte de la situación en todas partes, en donde operan economías de mercado y regímenes políticos democráticos y pluralistas. Entonces, ¿a qué obedece el excesivo aumento de precios en las circunstancias actualmente vigentes en la Argentina y en sus relaciones económicas con el exterior? No pretendo, en esta nota, dar nuevamente mi respuesta, fundamentada en otras anteriores en BAE. Sólo decir que la heterodoxia tiene el desafío de aclarar el problema, que es una condición necesaria de una buena política de desarrollo, inclusión social y razonable estabilidad de precios.
Esos actores incluyen fundamentalmente la financiarización, es decir, el predominio de la especulación financiera sobre la economía real y, en menor medida, las corporaciones transnacionales, titulares de las principales cadenas de valor en el orden global. Como lo estamos viendo, en su manifestación más explícita en la actual crisis de la Unión Europea pero, también, en los Estados Unidos, el poder económico y financiero transnacional, que respaldó al neoliberalismo antes de la crisis, lo sigue sosteniendo a rajatabla. En la práctica, sigue predominando el Estado neoliberal en las antiguas economías industriales y dentro de la Unión Europea, en el régimen comunitario. En otros términos, la derrota doctrinaria del neoliberalismo no trastrocó el sistema de poder prevaleciente en buena parte de la economía global, con las consecuencias a las cuales hice referencia en notas anteriores en BAE.
Volviendo al terreno de las ideas, la heterodoxia, triunfante en el plano teórico, sigue enfrentando el desafío de promover políticas públicas no sometidas a la financiarización y al fundamentalismo globalizador. Es decir, políticas públicas que sostengan el crecimiento de la economía real, el empleo y la inclusión social y, respecto de la organización del orden mundial, reglas para erradicar los desequilibrios del sistema, las abismales diferencias en los niveles de bienestar y las amenazas al medio ambiente, la seguridad y la paz.
Los dilemas del orden mundial contemporáneo se plantean también en nuestro país. En la Argentina, la derrota teórica del neoliberalismo ha puesto fin al predominio del pensamiento único. Consecuentemente, han surgido nuevas expresiones del pensamiento crítico, arraigado en la experiencia histórica y en la búsqueda de los rumbos del desarrollo nacional. Desde la salida de la crisis del 2001/2002, las políticas públicas y el comportamiento de la economía argentina reflejan las consecuencias de estos hechos. Sin embargo, como en el resto del mundo, el paradigma neoliberal sigue vigente en la visión y propuestas de los actores opuestos al protagonismo del Estado nacional, como instrumento fundamental de la transformación de la estructura productiva, la inclusión social y el ejercicio de la soberanía, para que el país trace su propio camino en el orden mundial.
El debate ideológico entre el neoliberalismo y la heterodoxia sigue, por lo tanto, vigente. Sin embargo, no es éste, actualmente, el mayor desafío de la construcción heterodoxa de la estrategia de desarrollo nacional. El principal problema es dirimir, dentro del propio campo del pensamiento crítico, cuestiones centrales sobre las cuales existen considerables diferencias de enfoque. Dos de esas cuestiones son la inflación y el tipo de cambio. En esta nota me ocuparé, brevemente, de la primera.
El origen del problema radica en la compleja e inédita naturaleza de la inflación actual en la Argentina. La misma no es asimilable a la experiencia histórica ni se plantea en los mismos términos que en otros países. En el pasado, la inflación argentina, que por su duración e intensidad (que incluye varias híper) tuvo el récord mundial en el siglo pasado, respondía a desequilibrios fundamentales de la economía y/o cuadros severos de inestabilidad institucional.
Una de las causales históricas fue la deuda externa. En mi libro Vivir con lo nuestro (1983), destaqué que el brote inflacionario, que se generalizó en América latina en . el contexto de la crisis de deuda, en la década del ’80, era una consecuencia del «ajuste inflacionario» frente a esa crisis de deuda. Como el Estado no tema capacidad de realizar un «ajuste real», a través del superávit primario en el Presupuesto y el superávit en el comercio exterior, para servir la deuda y la transferencia, el ajuste lo hacía vía el déficit y el impuesto inflacionario. Ese factor fue ignorado, pero tuvo mucha importancia en el pasado y actualmente no opera en la Argentina, por el desendeudamiento. Existen, recursos fiscales y externos suficientes para servir la deuda, sin déficit en el Presupuesto ni en el balance de pagos. Es una causa principal de la libertad de maniobra que ha ganado la política económica argentina y de que se haya desembarazado del FMI y los criterios de los mercados.
Ninguno de los determinantes de la inflación en el pasado están presentes en la actualidad. Las instituciones funcionan, los equilibrios macroeconómicos subsisten en buena medida y la deuda está encuadrada dentro de los recursos propios del país. Además, también a diferencia de nuestra experiencia histórica y, también, la internacional, una inflación mayor de la conveniente no desemboca en el desorden ni impide el crecimiento. La tasa de aumento de precios es relativamente estable y la economía crece a tasas elevadas.
Tampoco podría adjudicarse el origen del problema al conflicto del INDEC. El termómetro no es la fiebre, aunque la falta de uno creíble complica la cuestión y, sobre todo, su análisis. Esta inflación nuestra actual es un invento argentino.
No responde a ninguna de las causales clásicas: excesos de demanda, aumento de costos y factores estructurales por rigidez de los precios relativos. En alguna medida, todas estas variables están siempre presentes en la inflación en todas partes, pero con aumentos de precios muy por debajo de los nuestros. Frente a este escenario, el riesgo de la heterodoxia es caer en interpretaciones reduccionistas de la realidad. Por ejemplo, que el origen radica esencialmente en la puja distributiva y en las maniobras de los actores que tienen posiciones dominantes en los mercados y, la ejercen, para modificar los precios relativos y los márgenes de ganancia en su favor. La puja forma parte de la situación en todas partes, en donde operan economías de mercado y regímenes políticos democráticos y pluralistas. Entonces, ¿a qué obedece el excesivo aumento de precios en las circunstancias actualmente vigentes en la Argentina y en sus relaciones económicas con el exterior? No pretendo, en esta nota, dar nuevamente mi respuesta, fundamentada en otras anteriores en BAE. Sólo decir que la heterodoxia tiene el desafío de aclarar el problema, que es una condición necesaria de una buena política de desarrollo, inclusión social y razonable estabilidad de precios.
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