La política económica de Brasil: ¿apura el paso? (2)
Argentina – 11/06/2012 – Buenos Aires Económico – Pág. 28/Sección: Contratapa – Tiempo de Lectura: 6′ 06»
POR EDUARDO LUIS CURIA
POR EDUARDO LUIS CURIA
El especial carácter de diversos aspectos de la evolución económica de Brasil -y dada la pronunciada repercusión que esa economía dispara sobre la nuestra- justifica plenamente la atención que aquéllos despiertan en la Argentina.
Por de pronto, la desaceleración de la economía del vecino país es muy marcada, lo que nos impacta negativamente, como es bien perceptible en el presente. Éste es el primer punto, de incidencia básica, en lo que hace a la interacción de ambas economías. Probablemente, esto también depare el marco que tiende a encuadrar el giro que hoy por hoy asumen las disputas bilaterales de comercio exterior, que parecen haberse deslizado, lamentablemente, a un nivel de tipfor tap («golpe a golpe»).
De todos modos, existen otros elementos que también son de relevancia, y que conciernen a la manera en que las autoridades de nuestro socio entienden los retos macroeconómicos en curso, muy influidos por la espinosa situación económica mundial, y, a la vez, responden a los mismos. Las decisiones políticas que se adoptan en Brasil afectan las distintas variables fundamentales de la economía, y, de paso, signan la evolución relativa de las capacidades de maniobra respectivas de la Argentina y Brasil.
Por un lado, se destaca la enérgica política de reducción de la tasa de interés referencial -SELIC- por parte del Banco Central brasileño, alcanzado un mínimo histórico de 8,5 por ciento. Sin que se descarte la posibilidad de seguir con el recorte. Concomitantemente, la moneda brasileña -el real- se vino depreciando con bastante rigor, y en la actualidad registra una proclividad a moverse en derredor de una paridad de dos Reales por dólar (o algo por encima). La impresión es que las autoridades brasileñas se hallan más convencidas de la necesidad de perseverar en un rumbo caracterizado por el combo «menores tasas de interés-real más depreciado», importando más livianamente el tópico inflacionario, probablemente, pensando que este frente no se perturbará demasiado. De más está decir que, según se avance en dicho combo, y dependiendo de su intensidad, la presión adicional sobre la economía argentina pinta no trivial.
En todo este denso asunto, convergerían, no sin tensiones recíprocas, tres grandes instancias o facetas: a) el desganado desenvolvimiento de la economía mundial, incluyendo los temores de un empeoramiento; b) la interpretación de cómo debe funcionar el régimen de inflation targeting (metas de inflación) -IT- que aplica Brasil en la fase actual; y, c) el debate estratégico operante en el vecino país vinculado a la eventual «crisis» del modelo de apalancamiento en el ahorro externo, de sobrevaluación cambiaría militante y de desindustrialización relativa, el que signó el despliegue de la economía durante los últimos años. Cabría decir que se perfila una trama harto intrincada.
LOS FACTORES EN JUEGO. Sin duda, uno de los factores influyentes, como ya se expresó, es la inconveniente situación internacional. Esta perturba en una doble faz a la economía brasileña. Por un lado, coloca una resistencia objetiva a sus exportaciones, mientras aumenta la exposición a las importaciones de los excedentes de terceros. Por otro lado, se sensibiliza el espectro que concierne al aflujo de capitales externos en dirección a Brasil. Estos resortes, de un modo u otro, afectan al funcionamiento de la economía vecina.
Adicionalmente, tenemos la cuestión asociada al esquema de IT, que, como es sabido, es dominante en Brasil. El IT supone como referencia un objetivo de inflación, el que, en teoría, es operacionalizado por medio del manejo de la tasa SELIC. Este manejo ordenaría la demanda agregada de forma de tornarla congruente con la meta de inflación; el tipo de cambio, por su parte, se movería bajo una flotación. Explicamos reiteradamente que el aludido es el libreto esgrimido; en la práctica, muchas veces, es la notoria apreciación cambiaría-un dato de costos- la que ejerce en lo primordial el control inflacionario, aun cuando la demanda no refleje gran fervidez.
Igualmente, durante la crisis mundial de 2008-2009, en virtud de las presiones recesivas actuantes, Brasil, entre otros resortes, asumió una fuerte depreciación del real que orilló una paridad de 2,50 por dólar- a la par que reducía en varios puntos la tasa de interés. De esta manera, buscaba defenderse de aquellas presiones, sin demasiado riesgo de suba inflacionaria.
Traducido: Brasil, aún con el IT, en circunstancias de enrarecimiento de la economía mundial, considera en disponibilidad la reducción de la tasa de interés referencial, y, en medio de la flotación cambiaría, la depreciación -incluso marcada- de su moneda. Con lo cual, la IT no sería un obstáculo para intentar cierto accionar anticíclico.
Pero, es ahora cuando adviene, y se suma, el tercer factor gravitante. Es el referido al debate modélico que se despliega con fuerza en Brasil desde hace tiempo, que se reflejó en varias ocasiones en esta columna.
El que fue alabado como un modelo muy exitoso, en vigencia durante la gestión de Lula, constituyó un esquema cuyos pilares, de forma mancomunada, fueron el sistemático apalancamiento en el ahorro externo (en sus diversas modalidades) y una capacidad de compra del dólar muy resentida, fungiendo las tasas de interés, a través de un claro sesgo alcista, como resorte reforzante de la citada combinación. Combinación que alentó el notorio proceso de desindustrialización relativa.
Ya en el curso de la campaña electoral que culminó con el encumbramiento presidencial de Rousseff, el tópico de la desindustrialización relativa fue ganado espacio. Posteriormente, el fenómeno se amplificó con la nueva gestión presidencial. Inicialmente, se aplicaron medidas indirectas -con algún supuesto impacto en lo atinente al ingreso de capitales, y con vistas a limitar el proceso de apreciación del real-, mientras que, con el correr del tiempo, se dio lugar a cierto descenso de la tasa SELIC. En paralelo, se aplicaban medidas de administración del comercio exterior para achicar la presión importadora.
Lo que se llegó a detectar fue que el menú utilizado lucía acotado en su alcance. Simultáneamente, los reclamos de la dirigencia industrial brasileña elevaron sus decibeles, empalmando con el paulatino entorpecimiento de la economía mundial y la evidente desaceleración de la actividad interna. Todos estos aspectos los fuimos «jalonando» en comentarios de esta columna.
En definitiva, la constelación de factores perfilada, aparentemente, convenció a las autoridades brasileñas a apurar el paso, apuntando a un nivel más profundo de acción, el que ahora abordaría más rigurosamente el enfoque del marco macroeconómico.
Así las cosas, la decisión reductora de las tasas de interés se torna más agresiva, arribando a la posición de mínimo histórico señalada, y se esboza una posición proclive a asumir una depreciación más pronunciada del real. Ya se reputa «cómodo» lidiar con un cambio situado a dos, o algo más, reales por dólar. Confiando en una muy pobre reacción inflacionaria.
Véase algo relevante, que se desprende del análisis. Dado el trasfondo de ralentización tanto de la economía mundial como de la doméstica, la terapia que se infiere de la aplicación del IT es reducir la tasa de interés y «dejar hacer» a una probable depreciación en medio de al flotación. Por su lado, ¿cuál es la terapia que recomienda la postura «más neodesarrollista» que busca combatir la instancia de desindustrialización relativa? Pues, bajar fuerte las tasas y propender a una pronunciada depreciación (hay quienes hablan de 2,40/2,50 reales por dólar). O sea: en la instancia, la dirección de los movimientos es compartida.
Probablemente, coincidiendo hoy en la dirección, existan diferencias en cuanto a la intensidad de las maniobras y a la perdurabilidad de las mismas. Con el IT «a secas», Brasil, al mejorar la economía mundial a medida que se dejaba 2009, hizo lugar a la reapreciación cambiaría y a una paulatina suba de la tasa de interés. Es difícil que la posición más desarrollista digiera una tal reversión. Va a ser muy importante para el devenir corriente y para el horizonte a tiempo vista de la economía brasileña, cómo se dé «la mezcla» o la dirimisión de fuerzas entre estas dos posturas. Adicionalmente, que no quepa duda alguna que esa instancia, por rebote, también incidirá fuerte en nuestra economía.
Por de pronto, la desaceleración de la economía del vecino país es muy marcada, lo que nos impacta negativamente, como es bien perceptible en el presente. Éste es el primer punto, de incidencia básica, en lo que hace a la interacción de ambas economías. Probablemente, esto también depare el marco que tiende a encuadrar el giro que hoy por hoy asumen las disputas bilaterales de comercio exterior, que parecen haberse deslizado, lamentablemente, a un nivel de tipfor tap («golpe a golpe»).
De todos modos, existen otros elementos que también son de relevancia, y que conciernen a la manera en que las autoridades de nuestro socio entienden los retos macroeconómicos en curso, muy influidos por la espinosa situación económica mundial, y, a la vez, responden a los mismos. Las decisiones políticas que se adoptan en Brasil afectan las distintas variables fundamentales de la economía, y, de paso, signan la evolución relativa de las capacidades de maniobra respectivas de la Argentina y Brasil.
Por un lado, se destaca la enérgica política de reducción de la tasa de interés referencial -SELIC- por parte del Banco Central brasileño, alcanzado un mínimo histórico de 8,5 por ciento. Sin que se descarte la posibilidad de seguir con el recorte. Concomitantemente, la moneda brasileña -el real- se vino depreciando con bastante rigor, y en la actualidad registra una proclividad a moverse en derredor de una paridad de dos Reales por dólar (o algo por encima). La impresión es que las autoridades brasileñas se hallan más convencidas de la necesidad de perseverar en un rumbo caracterizado por el combo «menores tasas de interés-real más depreciado», importando más livianamente el tópico inflacionario, probablemente, pensando que este frente no se perturbará demasiado. De más está decir que, según se avance en dicho combo, y dependiendo de su intensidad, la presión adicional sobre la economía argentina pinta no trivial.
En todo este denso asunto, convergerían, no sin tensiones recíprocas, tres grandes instancias o facetas: a) el desganado desenvolvimiento de la economía mundial, incluyendo los temores de un empeoramiento; b) la interpretación de cómo debe funcionar el régimen de inflation targeting (metas de inflación) -IT- que aplica Brasil en la fase actual; y, c) el debate estratégico operante en el vecino país vinculado a la eventual «crisis» del modelo de apalancamiento en el ahorro externo, de sobrevaluación cambiaría militante y de desindustrialización relativa, el que signó el despliegue de la economía durante los últimos años. Cabría decir que se perfila una trama harto intrincada.
LOS FACTORES EN JUEGO. Sin duda, uno de los factores influyentes, como ya se expresó, es la inconveniente situación internacional. Esta perturba en una doble faz a la economía brasileña. Por un lado, coloca una resistencia objetiva a sus exportaciones, mientras aumenta la exposición a las importaciones de los excedentes de terceros. Por otro lado, se sensibiliza el espectro que concierne al aflujo de capitales externos en dirección a Brasil. Estos resortes, de un modo u otro, afectan al funcionamiento de la economía vecina.
Adicionalmente, tenemos la cuestión asociada al esquema de IT, que, como es sabido, es dominante en Brasil. El IT supone como referencia un objetivo de inflación, el que, en teoría, es operacionalizado por medio del manejo de la tasa SELIC. Este manejo ordenaría la demanda agregada de forma de tornarla congruente con la meta de inflación; el tipo de cambio, por su parte, se movería bajo una flotación. Explicamos reiteradamente que el aludido es el libreto esgrimido; en la práctica, muchas veces, es la notoria apreciación cambiaría-un dato de costos- la que ejerce en lo primordial el control inflacionario, aun cuando la demanda no refleje gran fervidez.
Igualmente, durante la crisis mundial de 2008-2009, en virtud de las presiones recesivas actuantes, Brasil, entre otros resortes, asumió una fuerte depreciación del real que orilló una paridad de 2,50 por dólar- a la par que reducía en varios puntos la tasa de interés. De esta manera, buscaba defenderse de aquellas presiones, sin demasiado riesgo de suba inflacionaria.
Traducido: Brasil, aún con el IT, en circunstancias de enrarecimiento de la economía mundial, considera en disponibilidad la reducción de la tasa de interés referencial, y, en medio de la flotación cambiaría, la depreciación -incluso marcada- de su moneda. Con lo cual, la IT no sería un obstáculo para intentar cierto accionar anticíclico.
Pero, es ahora cuando adviene, y se suma, el tercer factor gravitante. Es el referido al debate modélico que se despliega con fuerza en Brasil desde hace tiempo, que se reflejó en varias ocasiones en esta columna.
El que fue alabado como un modelo muy exitoso, en vigencia durante la gestión de Lula, constituyó un esquema cuyos pilares, de forma mancomunada, fueron el sistemático apalancamiento en el ahorro externo (en sus diversas modalidades) y una capacidad de compra del dólar muy resentida, fungiendo las tasas de interés, a través de un claro sesgo alcista, como resorte reforzante de la citada combinación. Combinación que alentó el notorio proceso de desindustrialización relativa.
Ya en el curso de la campaña electoral que culminó con el encumbramiento presidencial de Rousseff, el tópico de la desindustrialización relativa fue ganado espacio. Posteriormente, el fenómeno se amplificó con la nueva gestión presidencial. Inicialmente, se aplicaron medidas indirectas -con algún supuesto impacto en lo atinente al ingreso de capitales, y con vistas a limitar el proceso de apreciación del real-, mientras que, con el correr del tiempo, se dio lugar a cierto descenso de la tasa SELIC. En paralelo, se aplicaban medidas de administración del comercio exterior para achicar la presión importadora.
Lo que se llegó a detectar fue que el menú utilizado lucía acotado en su alcance. Simultáneamente, los reclamos de la dirigencia industrial brasileña elevaron sus decibeles, empalmando con el paulatino entorpecimiento de la economía mundial y la evidente desaceleración de la actividad interna. Todos estos aspectos los fuimos «jalonando» en comentarios de esta columna.
En definitiva, la constelación de factores perfilada, aparentemente, convenció a las autoridades brasileñas a apurar el paso, apuntando a un nivel más profundo de acción, el que ahora abordaría más rigurosamente el enfoque del marco macroeconómico.
Así las cosas, la decisión reductora de las tasas de interés se torna más agresiva, arribando a la posición de mínimo histórico señalada, y se esboza una posición proclive a asumir una depreciación más pronunciada del real. Ya se reputa «cómodo» lidiar con un cambio situado a dos, o algo más, reales por dólar. Confiando en una muy pobre reacción inflacionaria.
Véase algo relevante, que se desprende del análisis. Dado el trasfondo de ralentización tanto de la economía mundial como de la doméstica, la terapia que se infiere de la aplicación del IT es reducir la tasa de interés y «dejar hacer» a una probable depreciación en medio de al flotación. Por su lado, ¿cuál es la terapia que recomienda la postura «más neodesarrollista» que busca combatir la instancia de desindustrialización relativa? Pues, bajar fuerte las tasas y propender a una pronunciada depreciación (hay quienes hablan de 2,40/2,50 reales por dólar). O sea: en la instancia, la dirección de los movimientos es compartida.
Probablemente, coincidiendo hoy en la dirección, existan diferencias en cuanto a la intensidad de las maniobras y a la perdurabilidad de las mismas. Con el IT «a secas», Brasil, al mejorar la economía mundial a medida que se dejaba 2009, hizo lugar a la reapreciación cambiaría y a una paulatina suba de la tasa de interés. Es difícil que la posición más desarrollista digiera una tal reversión. Va a ser muy importante para el devenir corriente y para el horizonte a tiempo vista de la economía brasileña, cómo se dé «la mezcla» o la dirimisión de fuerzas entre estas dos posturas. Adicionalmente, que no quepa duda alguna que esa instancia, por rebote, también incidirá fuerte en nuestra economía.
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