La disputa por el petróleo, en el directorio de YPF
Panorama empresarial
Marcelo Bonelli
Cristina Kirchner tuvo dos participaciones directas y cruciales en la convulsionada reunión de directorio de YPF. Los funcionarios que estaban en el encuentro recibieron con sorpresa la decisión de la petrolera de no distribuir ganancias y capitalizar con ese dinero la compañía.
Antonio Brufau hizo la propuesta y después, mirando a Roberto Baratta, afirmó: «Esto es más de lo que piden ustedes.» Y agregó: «Ahora no vamos a girar divisas, ni demandar billetes en el mercado local.» Hubo un silencio profundo. Baratta consultó a Axel Kicillof y pidieron un cuarto intermedio. El viceministro se comunicó con la Presidenta para notificar el cambio de estrategia de YPF. La consulta estuvo relacionada a la sorpresa que tuvieron los funcionarios, ya que esperaban que Brufau endureciera su postura y propusiera otra remisión de utilidades a Madrid.
Antes de reanudar el encuentro, hubo otro diálogo con la Quinta de Olivos. La Presidenta le dio instrucciones y le ordenó a Kicillof rechazar la postura de Brufau.
La decisión política fue mostrar rebeldes a los dueños de YPF, por no querer aceptar la creación de «reservas de inversiones», y sugerir que la propuesta de Brufau perseguiría fines especulativos. Kicillof le dijo a la Presidenta que la nueva emisión de acciones podía facilitar la salida de dólares vía Manhattan. Con la postura rupturista, desde la Casa Rosada se busca crear un clima que en un futuro justifique una acción estatal contra YPF. Baratta recibió la instrucción de Kicillof y lo expuso en el encuentro, rechazando el plan de Repsol-YPF. Cada una de sus palabras quedaron grabadas, ya que un video registró toda la reunión.
Al encuentro también asistieron once abogados traídos de España. En esas grabaciones quedó plasmada una señal clave: Mario Blejer trató de conciliar posiciones, pero decidió abstenerse en la votación.
La Presidenta ya se había ocupado de YPF a la mañana, cuando desautorizó las declaraciones de su jefe de Gabinete que había descartado una estatización de YPF.
Obligó a Juan Manuel Abal Medina a desmentirse, porque su declaración pública debilitaba la intransigencia de Kicillof en el directorio de YPF.
La obsesión de la Casa Rosada está vinculada al severo cuello de botella que en la economía genera la propia estrategia energética del Gobierno, debido a:
La ausencia de inversiones en un área clave, que obliga a mayores importaciones y dependencia internacional. Ese déficit energético genera una necesidad adicional de dólares, cuando los billetes verdes comenzaron a escasear en la Argentina.
La decisión de los españoles obliga al Gobierno a realizar la próxima jugada. Pero los márgenes de acción de los funcionarios se acotaron. Hasta ahora nadie sabe qué decisión final tomará la Presidenta, pero las bravuconadas de algunos funcionarios le juegan en contra y condicionan las definiciones. Una futura intervención de la compañía estaría descartada porque tiene serios reparos judiciales y debería ser aprobada por un tribunal. La «nacionalización» obligaría por el estatuto de YPF a que el Estado destine unos 15.000 millones de dólares para comprarla íntegramente.
Cualquiera de ambas decisiones también generaría la obligación de disponer de dólares extra, para que el Estado se haga cargo de las cuantiosas inversiones que le reclaman a YPF.
La ofensiva política benefició, al final, a Antonio Brufau. El Gobierno argentino había pedido su cabeza cuando viajó a Buenos Aires el ministro de Industria español. Pero la reacción fue la inversa.
El Consejo de Ministros de España trató el conflicto y decidió sostener la conducción del financista catalán frente a la ofensiva de los funcionarios argentinos El viaje de Brufau a Buenos Aires fue una señal de apoyo político, porque hace una semana el petrolero había decidido no pisar más Puerto Madero.
Idéntica actitud tuvieron los accionistas que unificaron su posición en torno a Repsol. PEMEX de México confirmó que avala la gestión de Brufau y Enrique Eskenazi ratificó en la reunión del miércoles la alianza estratégica con Repsol. En un discurso de tono conciliador dijo que «nuestra posición será la de Repsol.» A todos ellos no los une el amor, sino el espanto. Están desconcertados frente a la inesperada ofensiva de la Casa Rosada, que para los inversores busca culpar a YPF por desequilibrios petroleros que creó la política energética kirchnerista.
Pero la actitud intransigente del Gobierno de España los alentó a endurecer su postura.
El ministro José Manuel Soria recomendó a su gobierno ponerle límite a la presión argentina, después de una dura reunión privada que mantuvo con Kicillof, en su último viaje al país. El viceministro argentino intentó darle una lección de economía.
La decisión la adoptó Madrid después de comprobar el fracaso del embajador argentino Carlos Bettini en sus promesas de mediar con la Presidenta.
El nuevo gobierno de Mariano Rajoy tiene innumerables problemas y no tolera que Argentina busque una solución política a sus tensiones económicas internas a través de una empresa privada como YPF. En el Grupo de los 6 se dice que la dureza de Rajoy busca evitar un avance general contra las inversiones españolas en Argentina.
La cuestión trascendió en la última re- unión de banqueros locales. Fue en ADE- BA donde se decidió mantener en secreto una trascendente decisión política: a pesar de las críticas y descalificaciones de Guillermo Moreno, fue reelegido Jorge Brito como presidente de la Asociación de Bancos Argentinos.
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