¿Se acelera el aumento de los precios?
Argentina – 10/04/2011 – Buenos Aires Económico – Pág. 40/Sección: Contratapa – Tiempo de Lectura: 4′ 56»
POR ALDO FERRER
El comportamiento de los precios es siempre un problema importante en la evolución de la economía argentina. Despierta a los fantasmas del pasado y es comprensible que genere preocupación en la opinión pública. En vísperas electorales es, además, un tema sensible en el debate político. Por éstos y otros motivos conviene observar los datos reales de la cuestión y evitar suposiciones que no contribuyen a entender el problema y, mucho menos, a resolverlo. Como, por ejemplo, sostener que la inflación se está acelerando. Esta es una amenaza que ha sido señalada en varios momentos del pasado reciente y que conviene volver a revisar.
Para que la evolución de los precios entre en un sendero de aumento constante y a tasas cada vez mayores, es decir, se acelere, tiene que verificarse al menos una de las tres condiciones siguientes: I) Desequilibrios graves en las finanzas públicas, los pagos internacionales y el sistema monetario, generalmente planteados en situaciones de elevado endeudamiento y eventual insolvencia. Cuando esto sucede se agravan las pujas distributivas y los aumentos preventivos de precios. El sistema es entonces extremadamente vulnerable a las expectativas de los operadores internos y, también, a los shocks externos y a la volatilidad de las finanzas internacionales, como lo demuestra dramáticamente la experiencia argentina bajo la convertibilidad y en otras circunstancias del pasado.
II) Precios críticos de la economía fuertemente desaliñados respecto de su posición de equilibrio en el conjunto de la economía. El ajuste indispensable de uno o varios de esos precios como, por ejemplo, tipo de cambio, salarios o tarifas de los servicios públicos, acelera inevitablemente el aumento del nivel general de precios.
III) Tensiones sociales extremas reflejadas, por ejemplo, en golpes de Estado o en huelgas generales. Los aumentos masivos de salarios, que suelen resultar de conflictos laborales graves de ese tipo, agravan la incertidumbre y las expectativas y aceleran también a la inflación.
La historia inflacionaria argentina revela una elevada inflación promedio en el largo plazo (récord mundial en el siglo XX) con aceleraciones que, en diversos momentos, culminaron en la hiperinflación. Estas experiencias fueron siempre resultado de la presencia de una, dos o las tres condiciones mencionadas. Ninguna de ellas se verifica en la situación actual de la economía argentina.
En efecto, la economía sigue operando en torno del llamado superávit gemelo en el presupuesto y el balance de pagos. A su vez, el sistema monetario, fundado ahora en la moneda nacional, es efectivamente administrado por la autoridad monetaria, la cual cuenta con elevadas reservas de divisas.
Consecuentemente, la oferta monetaria y su incidencia en los precios está bajo control. El hecho de que el tsunami financiero internacional desatado por la crisis de las hipotecas subprime norteamericanas y la caída de Lehman Bros, no haya perturbado severamente a la economía argentina, revela la solidez de los equilibrios macroeconómicos. Demuestra, además, el éxito de la resolución del default sobre la deuda pública y la normalización de la privada.
Respecto de los precios críticos de la economía, ninguno está fuertemente desaliñado respecto de su posición de equilibrio en el conjunto del sistema. El tipo de cambio registra presiones a la apreciación más que a la devaluación, los ajustes que eventualmente se realicen sobre tarifas de servicios públicos y los aumentos de salarios están dentro de los límites del actual nivel de inflación y, en el caso de los salarios, en un contexto de aumento de la productividad. Es claro que existen aquí y allá algunas tensiones, por ejemplo en la relación precios internos/tipo de cambio, pero en ningún caso situaciones extremas inmanejables capaces de desestabilizar el sistema y acelerar la inflación.
En cuanto a las relaciones sociales, los indicadores de horas perdidas, etc., están dentro de un cuadro razonablemente estable y en un escenario institucional fundado en la Constitución y la vigencia de las instituciones de la democracia.
En resumen, no existe en la actualidad ninguna de las condiciones necesarias para que la inflación se acelere. Tenemos sí un problema con los precios, sea cual fuere el índice de referencia y la confiabilidad de los disponibles. La economía está creciendo a más del 8% anual, con un aumento de precios del orden de 10% anual para el INDEC y de más de 20% según estimaciones privadas. La volatilidad de precios críticos, como los alimentos y la energía, que sucede aquí y en todas partes, plantea problemas de estimación. Numerosos países los resuelven distinguiendo una inflación básica para el conjunto de la oferta agregada de bienes y servicios, excluyendo aquellos componentes volátiles.
Contener el aumento de precios en niveles moderados es indispensable para elevar la tasa de ahorro e inversión hacia el 30% del PBI, necesaria para seguir creciendo a tasas comparables a las actuales y mejorar el empleo, los salarios y el bienestar social. Es así preciso consolidar los equilibrios macroeconómicos, evitar desvíos de los precios críticos de los niveles de equilibrio dinámico y preservar la paz social y la racionalidad en la resolución de la puja distributiva, que es inherente a toda sociedad pluralista y democrática y a una economía de mercado.
Esto plantea nuevos desafíos a la política económica. Se trata de articular las políticas fiscal, monetaria y cambiaría para estimular el ahorro y la inversión, gestionar la demanda agregada, promover la distribución progresiva del ingreso y preservar al sistema de los ataques especulativos. Esto último requiere, entre otras cosas, de un delicado manejo de la esterilización de los excedentes de oferta monetaria derivada del aumento de las reservas genuinas de reservas internacionales, evitar la entrada de fondos especulativos y mantener un tipo de cambio real previsible y estable en el mediano y largo plazo.
El superávit primario y la consolidación de la solvencia fiscal es un ancla indispensable para tal política dentro de un escenario en el cual la deuda está bajo control y puede ser administrada por los instrumentos disponibles a la política económica. Afortunadamente, el contexto internacional es actualmente también favorable y promete serlo a largo plazo para el despliegue del formidable potencial de desarrollo de la economía argentina con una razonable estabilidad del nivel general de precios.
Atendiendo a la indexación inercial que caracteriza el actual comportamiento de los precios, la puesta en práctica del «acuerdo tripartito» propuesto por la Presidenta de la Nación es otro paso positivo para el objetivo de estabilizar con crecimiento simultáneo la producción y el empleo.
POR ALDO FERRER
El comportamiento de los precios es siempre un problema importante en la evolución de la economía argentina. Despierta a los fantasmas del pasado y es comprensible que genere preocupación en la opinión pública. En vísperas electorales es, además, un tema sensible en el debate político. Por éstos y otros motivos conviene observar los datos reales de la cuestión y evitar suposiciones que no contribuyen a entender el problema y, mucho menos, a resolverlo. Como, por ejemplo, sostener que la inflación se está acelerando. Esta es una amenaza que ha sido señalada en varios momentos del pasado reciente y que conviene volver a revisar.
Para que la evolución de los precios entre en un sendero de aumento constante y a tasas cada vez mayores, es decir, se acelere, tiene que verificarse al menos una de las tres condiciones siguientes: I) Desequilibrios graves en las finanzas públicas, los pagos internacionales y el sistema monetario, generalmente planteados en situaciones de elevado endeudamiento y eventual insolvencia. Cuando esto sucede se agravan las pujas distributivas y los aumentos preventivos de precios. El sistema es entonces extremadamente vulnerable a las expectativas de los operadores internos y, también, a los shocks externos y a la volatilidad de las finanzas internacionales, como lo demuestra dramáticamente la experiencia argentina bajo la convertibilidad y en otras circunstancias del pasado.
II) Precios críticos de la economía fuertemente desaliñados respecto de su posición de equilibrio en el conjunto de la economía. El ajuste indispensable de uno o varios de esos precios como, por ejemplo, tipo de cambio, salarios o tarifas de los servicios públicos, acelera inevitablemente el aumento del nivel general de precios.
III) Tensiones sociales extremas reflejadas, por ejemplo, en golpes de Estado o en huelgas generales. Los aumentos masivos de salarios, que suelen resultar de conflictos laborales graves de ese tipo, agravan la incertidumbre y las expectativas y aceleran también a la inflación.
La historia inflacionaria argentina revela una elevada inflación promedio en el largo plazo (récord mundial en el siglo XX) con aceleraciones que, en diversos momentos, culminaron en la hiperinflación. Estas experiencias fueron siempre resultado de la presencia de una, dos o las tres condiciones mencionadas. Ninguna de ellas se verifica en la situación actual de la economía argentina.
En efecto, la economía sigue operando en torno del llamado superávit gemelo en el presupuesto y el balance de pagos. A su vez, el sistema monetario, fundado ahora en la moneda nacional, es efectivamente administrado por la autoridad monetaria, la cual cuenta con elevadas reservas de divisas.
Consecuentemente, la oferta monetaria y su incidencia en los precios está bajo control. El hecho de que el tsunami financiero internacional desatado por la crisis de las hipotecas subprime norteamericanas y la caída de Lehman Bros, no haya perturbado severamente a la economía argentina, revela la solidez de los equilibrios macroeconómicos. Demuestra, además, el éxito de la resolución del default sobre la deuda pública y la normalización de la privada.
Respecto de los precios críticos de la economía, ninguno está fuertemente desaliñado respecto de su posición de equilibrio en el conjunto del sistema. El tipo de cambio registra presiones a la apreciación más que a la devaluación, los ajustes que eventualmente se realicen sobre tarifas de servicios públicos y los aumentos de salarios están dentro de los límites del actual nivel de inflación y, en el caso de los salarios, en un contexto de aumento de la productividad. Es claro que existen aquí y allá algunas tensiones, por ejemplo en la relación precios internos/tipo de cambio, pero en ningún caso situaciones extremas inmanejables capaces de desestabilizar el sistema y acelerar la inflación.
En cuanto a las relaciones sociales, los indicadores de horas perdidas, etc., están dentro de un cuadro razonablemente estable y en un escenario institucional fundado en la Constitución y la vigencia de las instituciones de la democracia.
En resumen, no existe en la actualidad ninguna de las condiciones necesarias para que la inflación se acelere. Tenemos sí un problema con los precios, sea cual fuere el índice de referencia y la confiabilidad de los disponibles. La economía está creciendo a más del 8% anual, con un aumento de precios del orden de 10% anual para el INDEC y de más de 20% según estimaciones privadas. La volatilidad de precios críticos, como los alimentos y la energía, que sucede aquí y en todas partes, plantea problemas de estimación. Numerosos países los resuelven distinguiendo una inflación básica para el conjunto de la oferta agregada de bienes y servicios, excluyendo aquellos componentes volátiles.
Contener el aumento de precios en niveles moderados es indispensable para elevar la tasa de ahorro e inversión hacia el 30% del PBI, necesaria para seguir creciendo a tasas comparables a las actuales y mejorar el empleo, los salarios y el bienestar social. Es así preciso consolidar los equilibrios macroeconómicos, evitar desvíos de los precios críticos de los niveles de equilibrio dinámico y preservar la paz social y la racionalidad en la resolución de la puja distributiva, que es inherente a toda sociedad pluralista y democrática y a una economía de mercado.
Esto plantea nuevos desafíos a la política económica. Se trata de articular las políticas fiscal, monetaria y cambiaría para estimular el ahorro y la inversión, gestionar la demanda agregada, promover la distribución progresiva del ingreso y preservar al sistema de los ataques especulativos. Esto último requiere, entre otras cosas, de un delicado manejo de la esterilización de los excedentes de oferta monetaria derivada del aumento de las reservas genuinas de reservas internacionales, evitar la entrada de fondos especulativos y mantener un tipo de cambio real previsible y estable en el mediano y largo plazo.
El superávit primario y la consolidación de la solvencia fiscal es un ancla indispensable para tal política dentro de un escenario en el cual la deuda está bajo control y puede ser administrada por los instrumentos disponibles a la política económica. Afortunadamente, el contexto internacional es actualmente también favorable y promete serlo a largo plazo para el despliegue del formidable potencial de desarrollo de la economía argentina con una razonable estabilidad del nivel general de precios.
Atendiendo a la indexación inercial que caracteriza el actual comportamiento de los precios, la puesta en práctica del «acuerdo tripartito» propuesto por la Presidenta de la Nación es otro paso positivo para el objetivo de estabilizar con crecimiento simultáneo la producción y el empleo.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir