El desafío de un agujero comercial difícil de llenar para la Argentina
Argentina – 12/05/2011 – Clarín – Pág. 19/Sección: El País – Tiempo de Lectura: 3′ 26»
LAS CUENTAS CON EL PRINCIPAL SOCIO REGIONAL
LAS CUENTAS CON EL PRINCIPAL SOCIO REGIONAL
EN FOCO
Daniel Fernández Canedo
Los tiempos y las necesidades políticas de los dos gobiernos venían demorando el choque por los temas comerciales. Pero ahora parece haber llegado.
El año pasado, las importaciones de la Argentina se dispararon: crecieron 45%, mientras que las exportaciones habían subido sólo el 23%.
Pese a eso el superávit comercial llegó a unos robustos u$s 12.000 millones que envalentonaron a muchos funcionarios. Y le permitió al Gobierno seguir alentando el consumo interno en la creencia de que las exportaciones seguirán trayendo los dólares que después se podrán ir para pagar importaciones.
Pero el vértigo que adquirió la dinámica del comercio exterior en la última parte de 2010 encendió una luz de alerta en varios despachos oficiales y la respuesta fue la conocida: frenar importaciones a como dé lugar.
Trámites interminables, demoras en los puertos, frenos a los camiones en las fronteras forman parte de una estrategia oficial de difícil efectividad en el mediano plazo.
A poco de andar, el reclamo de Brasil constituye un problema serio con el principal socio comercial del nuestro país.
La foto del comercio con Brasil tiene características muy particulares.
Aquel superávit comercial argentino de u$s 12.000 millones fue consecuencia de que el país obtuvo un superávit de u$s 16.200 millones en el comercio con otros países mientras que, con Brasil, el déficit fue de u$s 4.100 millones.
Ese resultado comercial adverso se dio a pesar de que el país vecino tiene uno de los atrasos en el dólar más importantes de la región.
Tomando la relación del real y el peso desde 2001 a la fecha, lo que valía 1 en diciembre de aquel año, hoy cuesta 2,56 en Brasil y 4,10 en la Argentina. Los veraneantes que llenan Florianópolis conocen bien lo que es pagar ese mayor costo en los últimos años.
La diferencia cambiaria a favor de las exportaciones argentinas es muy clara; sin embargo, el resultado del comercio es un fuerte déficit para la Argentina.
Más allá de la evidencia de que el resultado del comercio exterior entre países no depende sólo del tipo de cambio, lo concreto es que el agujero comercial frente a Brasil será muy difícil de llenar.
El comercio automotriz es un rubro sensible para los dos países.
La Argentina le exporta al país vecino la mitad de la producción anual, unos 350 mil autos aproximadamente.
La cifra es impactante pero el resultado comercial final puede ser deficitario ya que la importaciones de autopartes y modelos brasileños consumen las divisas que genera una exportación sólida.
Y eso pasa cuando la Argentina paga salarios en dólares menores a los brasileños, y los precios de los autos, también medidos en dólares, son allí un 20% más caros.
El comercio con los vecinos supo tener otro resultado en la década de los 90 cuando la Argentina seguía el 1 a 1 e importar era conveniente y en Brasil el dólar empezaba el camino que desembocó en la devaluación del 99.
En aquellos años el resultado del balance comercial favorecía ampliamente a la Argentina pero se basaba, esencialmente, en las exportaciones de combustibles, una experiencia que hoy el país está lejos de poder repetir.
Brasil tiene hoy un fuerte ingreso de capitales, al punto que su Banco Central debió comprar a razón de u$s 1.000 millones diarios algunos días para evitar que el dólar caiga frente al real.
La presidenta Dilma Rousseff dijo que no quiere un dólar atrasado pero la entrada de divisas la desafía.
Subió la tasa a 12% para frenar una inflación de 6,5% pero esa ventaja financiera acrecentó la entrada de capitales.
La Argentina, entre tanto, tiene tasas de 12,5% pero que sólo cubren la mitad de lo que se entiende como la inflación real.
Con eso y el dólar quieto la apuesta oficial a seguir empujando el consumo interno se proyecta sobre la segunda parte del año.
Por un lado, se impulsa el consumo interno; por el otro, se quieren cuidar los dólares del Banco Central y para eso intentan que haya menos importaciones. Todo al mismo tiempo y con el mismo precio del dólar parece difícil y, más aún, en temporada preelectoral.
En abril, los exportadores entraron u$s 2.500 millones, pero el Banco Central sólo logró comprar US$ 950 millones.
Para algunos funcionarios, esa pesca fue escasa y refleja que en el mercado mayorista las compras de divisas se hacen sentir.
Volviendo al comercio con Brasil, el resultado está lejos de ser determinado por una cuestión cambiaria.
La decisión empresaria de donde invertir y vender está tomada y a la Argentina le será difícil revertir ese resultado si es que se lo propone.
Daniel Fernández Canedo
Los tiempos y las necesidades políticas de los dos gobiernos venían demorando el choque por los temas comerciales. Pero ahora parece haber llegado.
El año pasado, las importaciones de la Argentina se dispararon: crecieron 45%, mientras que las exportaciones habían subido sólo el 23%.
Pese a eso el superávit comercial llegó a unos robustos u$s 12.000 millones que envalentonaron a muchos funcionarios. Y le permitió al Gobierno seguir alentando el consumo interno en la creencia de que las exportaciones seguirán trayendo los dólares que después se podrán ir para pagar importaciones.
Pero el vértigo que adquirió la dinámica del comercio exterior en la última parte de 2010 encendió una luz de alerta en varios despachos oficiales y la respuesta fue la conocida: frenar importaciones a como dé lugar.
Trámites interminables, demoras en los puertos, frenos a los camiones en las fronteras forman parte de una estrategia oficial de difícil efectividad en el mediano plazo.
A poco de andar, el reclamo de Brasil constituye un problema serio con el principal socio comercial del nuestro país.
La foto del comercio con Brasil tiene características muy particulares.
Aquel superávit comercial argentino de u$s 12.000 millones fue consecuencia de que el país obtuvo un superávit de u$s 16.200 millones en el comercio con otros países mientras que, con Brasil, el déficit fue de u$s 4.100 millones.
Ese resultado comercial adverso se dio a pesar de que el país vecino tiene uno de los atrasos en el dólar más importantes de la región.
Tomando la relación del real y el peso desde 2001 a la fecha, lo que valía 1 en diciembre de aquel año, hoy cuesta 2,56 en Brasil y 4,10 en la Argentina. Los veraneantes que llenan Florianópolis conocen bien lo que es pagar ese mayor costo en los últimos años.
La diferencia cambiaria a favor de las exportaciones argentinas es muy clara; sin embargo, el resultado del comercio es un fuerte déficit para la Argentina.
Más allá de la evidencia de que el resultado del comercio exterior entre países no depende sólo del tipo de cambio, lo concreto es que el agujero comercial frente a Brasil será muy difícil de llenar.
El comercio automotriz es un rubro sensible para los dos países.
La Argentina le exporta al país vecino la mitad de la producción anual, unos 350 mil autos aproximadamente.
La cifra es impactante pero el resultado comercial final puede ser deficitario ya que la importaciones de autopartes y modelos brasileños consumen las divisas que genera una exportación sólida.
Y eso pasa cuando la Argentina paga salarios en dólares menores a los brasileños, y los precios de los autos, también medidos en dólares, son allí un 20% más caros.
El comercio con los vecinos supo tener otro resultado en la década de los 90 cuando la Argentina seguía el 1 a 1 e importar era conveniente y en Brasil el dólar empezaba el camino que desembocó en la devaluación del 99.
En aquellos años el resultado del balance comercial favorecía ampliamente a la Argentina pero se basaba, esencialmente, en las exportaciones de combustibles, una experiencia que hoy el país está lejos de poder repetir.
Brasil tiene hoy un fuerte ingreso de capitales, al punto que su Banco Central debió comprar a razón de u$s 1.000 millones diarios algunos días para evitar que el dólar caiga frente al real.
La presidenta Dilma Rousseff dijo que no quiere un dólar atrasado pero la entrada de divisas la desafía.
Subió la tasa a 12% para frenar una inflación de 6,5% pero esa ventaja financiera acrecentó la entrada de capitales.
La Argentina, entre tanto, tiene tasas de 12,5% pero que sólo cubren la mitad de lo que se entiende como la inflación real.
Con eso y el dólar quieto la apuesta oficial a seguir empujando el consumo interno se proyecta sobre la segunda parte del año.
Por un lado, se impulsa el consumo interno; por el otro, se quieren cuidar los dólares del Banco Central y para eso intentan que haya menos importaciones. Todo al mismo tiempo y con el mismo precio del dólar parece difícil y, más aún, en temporada preelectoral.
En abril, los exportadores entraron u$s 2.500 millones, pero el Banco Central sólo logró comprar US$ 950 millones.
Para algunos funcionarios, esa pesca fue escasa y refleja que en el mercado mayorista las compras de divisas se hacen sentir.
Volviendo al comercio con Brasil, el resultado está lejos de ser determinado por una cuestión cambiaria.
La decisión empresaria de donde invertir y vender está tomada y a la Argentina le será difícil revertir ese resultado si es que se lo propone.
Fuente ABECEB.COM
(Automotrices – Actividad Económica)
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