El realismo del Mercosur frente a la crisis de la Unión Europea
Argentina – 21/06/2012 – Buenos Aires Económico – Pág. 28 – Tiempo de Lectura: 4′ 10»
POR ALDO FERRER
La comparación del Mercosur con la Unión Europea (UE), frecuentemente ha llevado a la conclusión de que aquél es un fracaso, visto la pobreza de sus logros respecto de los de la integración europea. En tal sentido, se destaca, entre otras diferencias, el menor peso relativo del intercambio interregional respecto del comercio exterior de los países, la ausencia de órganos supranacionales (entre ellos, la Comisión de la UE) en los cuales los miembros delegan buena parte de la soberanía, y la falta de una moneda común (el euro).
POR ALDO FERRER
La comparación del Mercosur con la Unión Europea (UE), frecuentemente ha llevado a la conclusión de que aquél es un fracaso, visto la pobreza de sus logros respecto de los de la integración europea. En tal sentido, se destaca, entre otras diferencias, el menor peso relativo del intercambio interregional respecto del comercio exterior de los países, la ausencia de órganos supranacionales (entre ellos, la Comisión de la UE) en los cuales los miembros delegan buena parte de la soberanía, y la falta de una moneda común (el euro).
En realidad, la UE nunca fue un referente adecuado para el Mercosur, por múltiples razones. Entre ellas, que el núcleo de la UE abarca economías industriales avanzadas y el Mercosur está integrado por economías en desarrollo y que, aun antes del Tratado de Roma, el intercambio intrarregional era ya parte principal del comercio exterior de los países europeos. Además, el peso relativo de la Argentina y Brasil dentro del Mercosur es mucho mayor que el de Alemania y Francia en el esquema europeo, y, por lo tanto, más difícil delegar en la esfera transnacional la resolución de los problemas fundamentales.
Estas y otras diferencias de origen de los dos sistemas alcanzaban para inhabilitar la comparación de resultados y la conclusión pesimista sobre los logros y posibilidades del Mercosur. Ahora, los problemas de la UE agregan elementos adicionales para demostrar que la UE no es un buen ejemplo.
En efecto: la experiencia del euro indica que es muy difícil delegar la política monetaria y cambiaría en una moneda común, en ausencia de un Estado nacional y de la coherencia de la totalidad de la política económica, en particular, la fiscal. Revela, también que no pueden jugar con las mismas reglas a economías tan distintas, como, por ejemplo, las de Alemania y Grecia. AI incorporar en el mismo espacio a países de distinto nivel de desarrollo y capacidad de gestionar la ciencia y la tecnología, es necesario contar con la solidaridad de los más avanzados con los rezagados, tal cual ocurre en un Estado nacional respecto de sus distintas regiones.
Asimismo, la integración es muy difícil cuando prevalecen los intereses especulativos de la financiarización. Los Estados de los países miembros de la UE, y las mismas normas del Estado supranational de la UE, se comportan como regímenes neoliberales, subordinados a las expectativas de los mercados. Es decir, regímenes, que han postergado las responsabilidades propias de protección social, solidaridad, desarrollo y equidad, propias del Estado nacional y necesarias, también, en el plano transnacional, dentro de un orden comunitario como el de la UE.
En consecuencia, la UE confronta el desafío de avanzar hacia la formación de un Estado federa] europeo, en el comando de los instrumentos fundamentales de la política económica, incluyendo la moneda y el presupuesto o aceptar la fractura del sistema dentro de alguna de las múltiples posibilidades existentes.
En resumen, el Mercosur resultó, en las condiciones de nuestra región, mucho más realista y viable que la UE, dentro de las existentes en Europa. Es necesario ir paso a paso en la integración, administrando la regionalización, atendiendo a las necesidades y posibilidades de cada país.
La integración implica ampliar las fronteras del desarrollo, la transformación productiva y la inclusión social de los países miembros, en una estrategia solidaria hacia adentro de la región y de fortalecimiento de la capacidad negociadora con el resto del mundo. El Mercosur conserva así la plenitud de sus posibilidades como instrumento de los desarrollos nacionales y de la solidaridad regional.
Cuando se evalúa la experiencia, en el contexto de las realidades específicas de la región, se advierte que el Mercosur ha conseguido logros importantes. Ha sido y es un proyecto positivo para fortalecer la seguridad interna y externa, la paz y la democracia. Es el ámbito donde se despliega la voluntad política de los Estados miembros en la búsqueda de la convergencia y las respuestas solidarias a los problemas comunes. Se verifica, asimismo, el crecimiento de la participación de los intercambios intrarregionales dentro del comercio exterior de los integrantes del sistema, el estrechamiento de las relaciones en todos los planos, incluyendo la adopción de posiciones conjuntas frente al resto del mundo (como en el caso del ALCA y la OMC), la resolución definitiva de antiguas desinteligencias entre la Argentina y Brasil (como, por ejemplo, los objetivos del desarrollo nuclear) y la construcción de una infraestructura de transportes y energética compartida. Los avances son considerables y marcan una diferencia notable con la situación existente al tiempo de la firma, a fines de 1985, del Acta de Foz de Iguazú, por los presidentes de la Argentina y Brasil, acontecimiento que es la auténtica partida de nacimiento del Mercosur.
La historia contemporánea y el extraordinario éxito alcanzado por las potencias industriales emergentes en Asia, demuestran que es posible zafar de la subordinación y del atraso en plazos históricos relativamente breves. Las circunstancias del orden global nunca han sido más favorables que en la actualidad, para el desarrollo de nuestros países y su integración. En conclusión, en un espacio solidario, como el Mercosur, conservan plena vigencia la multiplicidad de acciones convergentes y posibles, la formulación de políticas públicas de alcance comunitario, que sean funcionales a los respectivos desarrollos nacionales de nuestros países, atendiendo a las circunstancias reales prevalecientes en cada uno de ellos.
Estas y otras diferencias de origen de los dos sistemas alcanzaban para inhabilitar la comparación de resultados y la conclusión pesimista sobre los logros y posibilidades del Mercosur. Ahora, los problemas de la UE agregan elementos adicionales para demostrar que la UE no es un buen ejemplo.
En efecto: la experiencia del euro indica que es muy difícil delegar la política monetaria y cambiaría en una moneda común, en ausencia de un Estado nacional y de la coherencia de la totalidad de la política económica, en particular, la fiscal. Revela, también que no pueden jugar con las mismas reglas a economías tan distintas, como, por ejemplo, las de Alemania y Grecia. AI incorporar en el mismo espacio a países de distinto nivel de desarrollo y capacidad de gestionar la ciencia y la tecnología, es necesario contar con la solidaridad de los más avanzados con los rezagados, tal cual ocurre en un Estado nacional respecto de sus distintas regiones.
Asimismo, la integración es muy difícil cuando prevalecen los intereses especulativos de la financiarización. Los Estados de los países miembros de la UE, y las mismas normas del Estado supranational de la UE, se comportan como regímenes neoliberales, subordinados a las expectativas de los mercados. Es decir, regímenes, que han postergado las responsabilidades propias de protección social, solidaridad, desarrollo y equidad, propias del Estado nacional y necesarias, también, en el plano transnacional, dentro de un orden comunitario como el de la UE.
En consecuencia, la UE confronta el desafío de avanzar hacia la formación de un Estado federa] europeo, en el comando de los instrumentos fundamentales de la política económica, incluyendo la moneda y el presupuesto o aceptar la fractura del sistema dentro de alguna de las múltiples posibilidades existentes.
En resumen, el Mercosur resultó, en las condiciones de nuestra región, mucho más realista y viable que la UE, dentro de las existentes en Europa. Es necesario ir paso a paso en la integración, administrando la regionalización, atendiendo a las necesidades y posibilidades de cada país.
La integración implica ampliar las fronteras del desarrollo, la transformación productiva y la inclusión social de los países miembros, en una estrategia solidaria hacia adentro de la región y de fortalecimiento de la capacidad negociadora con el resto del mundo. El Mercosur conserva así la plenitud de sus posibilidades como instrumento de los desarrollos nacionales y de la solidaridad regional.
Cuando se evalúa la experiencia, en el contexto de las realidades específicas de la región, se advierte que el Mercosur ha conseguido logros importantes. Ha sido y es un proyecto positivo para fortalecer la seguridad interna y externa, la paz y la democracia. Es el ámbito donde se despliega la voluntad política de los Estados miembros en la búsqueda de la convergencia y las respuestas solidarias a los problemas comunes. Se verifica, asimismo, el crecimiento de la participación de los intercambios intrarregionales dentro del comercio exterior de los integrantes del sistema, el estrechamiento de las relaciones en todos los planos, incluyendo la adopción de posiciones conjuntas frente al resto del mundo (como en el caso del ALCA y la OMC), la resolución definitiva de antiguas desinteligencias entre la Argentina y Brasil (como, por ejemplo, los objetivos del desarrollo nuclear) y la construcción de una infraestructura de transportes y energética compartida. Los avances son considerables y marcan una diferencia notable con la situación existente al tiempo de la firma, a fines de 1985, del Acta de Foz de Iguazú, por los presidentes de la Argentina y Brasil, acontecimiento que es la auténtica partida de nacimiento del Mercosur.
La historia contemporánea y el extraordinario éxito alcanzado por las potencias industriales emergentes en Asia, demuestran que es posible zafar de la subordinación y del atraso en plazos históricos relativamente breves. Las circunstancias del orden global nunca han sido más favorables que en la actualidad, para el desarrollo de nuestros países y su integración. En conclusión, en un espacio solidario, como el Mercosur, conservan plena vigencia la multiplicidad de acciones convergentes y posibles, la formulación de políticas públicas de alcance comunitario, que sean funcionales a los respectivos desarrollos nacionales de nuestros países, atendiendo a las circunstancias reales prevalecientes en cada uno de ellos.
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