El Gobierno, sin brújula ante los cambios en el FMI
Argentina – 17/06/2011 – Clarín – Pág. 43/Sección: Opinión – Tiempo de Lectura: 4′ 18»
Panorama empresarial: Se definirá la designación de Christine Lagarde al frente del Fondo. El apoyo que le brinda Boudou no torcería la visión crítica que ella tiene del manejo de la economía argentina.
Panorama empresarial: Se definirá la designación de Christine Lagarde al frente del Fondo. El apoyo que le brinda Boudou no torcería la visión crítica que ella tiene del manejo de la economía argentina.
Marcelo Bonelli
El fin de semana, en una cumbre europea, quedaría sellada la suerte del Fondo Monetario: los ministros de Finanzas acelerarían la nominación de Christine Lagarde al frente del organismo. Lo harían para habilitar una rápida intervención del FMI, después de la actual inoperancia del Grupo de los 7, para enfrentar la crisis griega, que amenaza con ocasionar otro cimbronazo financiero. Así, Europa trataría de desbaratar las acciones de Washington destinadas a condicionar ese nombramiento y a obligar a que todos los países y bancos europeos hagan el ajuste que Estados Unidos realizó en el 2008. El problema de Barak Obama es que no tuvo candidatos fiables y la propuesta de promover a Stanley Fischer no pasó ningún filtro internacional: se habló de su edad, pero le endilgan la crisis asiática de los 90 e integrar la cúpula que inició el hundimiento del FMI.
La puja por el FMI tendrá un indudable efecto sobre la Argentina. Lejos de la versión edulcorada del Palacio de Hacienda, la presencia de Lagarde en el Fondo es una pésima noticia para el equipo económico.
Lagarde admite la simpatía personal del ministro Boudou, pero tiene una crítica evaluación de su performance profesional y considera que desconoce los códigos de las finanzas internacionales. Así se lo manifestó en la última entrevista formal que tuvieron en París, el 13 de diciembre en el despacho de la ministra, donde Boudou expuso la decisión del Gobierno de negociar un acuerdo por el Club de París. Lagarde le respondió al ministro duramente: para considerar seria esa intención, Boudou tenía que presentar por escrito un plan de pago formal, ante la falta de credibilidad que tiene el Gobierno argentino. También agregó que si Argentina quería obviar al FMI en la negociación, el ministro tenía que proponer un virtual pago al contado de la deuda en tres cuotas. Después, Ramón Fernández, el titular del Club de París, le repitió a Boudou el mismo discurso. La negociación se estancó y nada pasó en el último semestre.
La intransigencia de Lagarde hacia Boudou obedece a que considera pocos serios los sondeos informales del funcionario, después de que en cuatro oportunidades Argentina amagó negociar y nunca lo concretó. La primera promesa incumplida la negoció Alfredo Mc Laughlin, en 2006.
Llegó a entregar un plan que no se cumplió. En 2008, Cristina Kirchner anunció un pago al contado que nunca se hizo y, un año después, Boudou asumió prometiendo una inmediata negociación. También Boudou tuvo, el año pasado, un altercado diplomático con Lagarde. En su afán de figuración local, promocionó y justificó un viaje al exterior por un supuesto encuentro bilateral con la funcionaria francesa. Esa reunión nunca se había pactado y Lagarde se sintió usada mediáticamente por el ministro. Lagarde, molesta, no recibió a Boudou y para cubrir las formas habló sólo cinco minutos en un pasillo, en un break de la cumbre del G-20.
Pero el motivo principal de las diferencias con la Argentina es otro: Lagarde está en las antípodas de los planteos de Boudou y exige que el Fondo Monetario por lo menos audite la evolución económica y que Argentina tenga estadísticas confiables.
Por eso parece un error acompañar la nominación de Lagarde. La abogada francesa es una ortodoxa en sus creencias y exige un acatamiento a esas ideas.
Boudou apoya su elección por una presión de Brasil, que comprometió ante Francia el voto a cambio de una mayor participación brasileña en el FMI. Murilo Portugal, un histórico funcionario de Brasil en el FMI, vetó a Agustín Carstens, el candidato mexicano, y volcó la balanza en favor de Lagarde.
Boudou, en la intimidad, tiene una meta fija: volvió a comentar entre sus íntimos que quiere ser el referente kirchnerista en la Capital Federal. Ahora sueña con liderar la lista de diputados porteños y para lograr el liderazgo anhela una derrota de Daniel Filmus. Considera que en diciembre una boleta con Cristina Kirchner podría ganar y quedarse con el paquete peronista porteño.
Por eso, desde el Palacio de Hacienda se difunde que Filmus bajó en las encuestas y se festeja la distancia que la Presidenta tiene con el candidato a jefe de Gobierno.
Su ambición política está vinculada a una confesión íntima: Boudou volvió a repetir ante sus colaboradores que «del Palacio de Hacienda te vas por la puerta de la política, o en medio de una crisis.» El ministro admite la existencia de fuertes desajustes y no quiere ser el que aplique las ácidas correcciones, si triunfa la reelección de la Presidenta.
Esas tensiones se reflejan en la inflación y fueron expuestas por los empresarios al gobernador Daniel Scioli. Primero fue la Unión Industrial y, esta semana, la CAME, que reclamó por el tema de las «saladitas» Martín Ferré, el ministro de la Producción bonaerense, tejió una fructífera relación con los hombres de negocios, que ahora capitaliza políticamente Scioli.
Ahí se habló también del malestar que ocasiona la resolución «persecutoria» de la Unidad de Información Financiera contra los líderes empresarios.
Esta semana, José Sbatella volvió a generar dudas del objetivo de esa medida en el movimiento empresario: aplicó ya la primera sanción al Banco Macro, por 1,4 millón de pesos. Se trata del banco del financista Jorge Brito, cercano al Gobierno, titular de Adeba y activo integrante del G-6.
Una nota a la Bolsa de Comercio explica que fue por una operación dudosa de seis mil dólares.
El G-6 se reunirá a la brevedad: quieren un documento terminante y condenatorio a las irracionales actitudes de la UIF.
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El fin de semana, en una cumbre europea, quedaría sellada la suerte del Fondo Monetario: los ministros de Finanzas acelerarían la nominación de Christine Lagarde al frente del organismo. Lo harían para habilitar una rápida intervención del FMI, después de la actual inoperancia del Grupo de los 7, para enfrentar la crisis griega, que amenaza con ocasionar otro cimbronazo financiero. Así, Europa trataría de desbaratar las acciones de Washington destinadas a condicionar ese nombramiento y a obligar a que todos los países y bancos europeos hagan el ajuste que Estados Unidos realizó en el 2008. El problema de Barak Obama es que no tuvo candidatos fiables y la propuesta de promover a Stanley Fischer no pasó ningún filtro internacional: se habló de su edad, pero le endilgan la crisis asiática de los 90 e integrar la cúpula que inició el hundimiento del FMI.
La puja por el FMI tendrá un indudable efecto sobre la Argentina. Lejos de la versión edulcorada del Palacio de Hacienda, la presencia de Lagarde en el Fondo es una pésima noticia para el equipo económico.
Lagarde admite la simpatía personal del ministro Boudou, pero tiene una crítica evaluación de su performance profesional y considera que desconoce los códigos de las finanzas internacionales. Así se lo manifestó en la última entrevista formal que tuvieron en París, el 13 de diciembre en el despacho de la ministra, donde Boudou expuso la decisión del Gobierno de negociar un acuerdo por el Club de París. Lagarde le respondió al ministro duramente: para considerar seria esa intención, Boudou tenía que presentar por escrito un plan de pago formal, ante la falta de credibilidad que tiene el Gobierno argentino. También agregó que si Argentina quería obviar al FMI en la negociación, el ministro tenía que proponer un virtual pago al contado de la deuda en tres cuotas. Después, Ramón Fernández, el titular del Club de París, le repitió a Boudou el mismo discurso. La negociación se estancó y nada pasó en el último semestre.
La intransigencia de Lagarde hacia Boudou obedece a que considera pocos serios los sondeos informales del funcionario, después de que en cuatro oportunidades Argentina amagó negociar y nunca lo concretó. La primera promesa incumplida la negoció Alfredo Mc Laughlin, en 2006.
Llegó a entregar un plan que no se cumplió. En 2008, Cristina Kirchner anunció un pago al contado que nunca se hizo y, un año después, Boudou asumió prometiendo una inmediata negociación. También Boudou tuvo, el año pasado, un altercado diplomático con Lagarde. En su afán de figuración local, promocionó y justificó un viaje al exterior por un supuesto encuentro bilateral con la funcionaria francesa. Esa reunión nunca se había pactado y Lagarde se sintió usada mediáticamente por el ministro. Lagarde, molesta, no recibió a Boudou y para cubrir las formas habló sólo cinco minutos en un pasillo, en un break de la cumbre del G-20.
Pero el motivo principal de las diferencias con la Argentina es otro: Lagarde está en las antípodas de los planteos de Boudou y exige que el Fondo Monetario por lo menos audite la evolución económica y que Argentina tenga estadísticas confiables.
Por eso parece un error acompañar la nominación de Lagarde. La abogada francesa es una ortodoxa en sus creencias y exige un acatamiento a esas ideas.
Boudou apoya su elección por una presión de Brasil, que comprometió ante Francia el voto a cambio de una mayor participación brasileña en el FMI. Murilo Portugal, un histórico funcionario de Brasil en el FMI, vetó a Agustín Carstens, el candidato mexicano, y volcó la balanza en favor de Lagarde.
Boudou, en la intimidad, tiene una meta fija: volvió a comentar entre sus íntimos que quiere ser el referente kirchnerista en la Capital Federal. Ahora sueña con liderar la lista de diputados porteños y para lograr el liderazgo anhela una derrota de Daniel Filmus. Considera que en diciembre una boleta con Cristina Kirchner podría ganar y quedarse con el paquete peronista porteño.
Por eso, desde el Palacio de Hacienda se difunde que Filmus bajó en las encuestas y se festeja la distancia que la Presidenta tiene con el candidato a jefe de Gobierno.
Su ambición política está vinculada a una confesión íntima: Boudou volvió a repetir ante sus colaboradores que «del Palacio de Hacienda te vas por la puerta de la política, o en medio de una crisis.» El ministro admite la existencia de fuertes desajustes y no quiere ser el que aplique las ácidas correcciones, si triunfa la reelección de la Presidenta.
Esas tensiones se reflejan en la inflación y fueron expuestas por los empresarios al gobernador Daniel Scioli. Primero fue la Unión Industrial y, esta semana, la CAME, que reclamó por el tema de las «saladitas» Martín Ferré, el ministro de la Producción bonaerense, tejió una fructífera relación con los hombres de negocios, que ahora capitaliza políticamente Scioli.
Ahí se habló también del malestar que ocasiona la resolución «persecutoria» de la Unidad de Información Financiera contra los líderes empresarios.
Esta semana, José Sbatella volvió a generar dudas del objetivo de esa medida en el movimiento empresario: aplicó ya la primera sanción al Banco Macro, por 1,4 millón de pesos. Se trata del banco del financista Jorge Brito, cercano al Gobierno, titular de Adeba y activo integrante del G-6.
Una nota a la Bolsa de Comercio explica que fue por una operación dudosa de seis mil dólares.
El G-6 se reunirá a la brevedad: quieren un documento terminante y condenatorio a las irracionales actitudes de la UIF.
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