Cadena de valor
Argentina – 22/05/2011 – Página/12 – Pág. 5/Cash – Tiempo de Lectura: 3′ 17»
El retroceso y la recuperación de la industria metalúrgica
La producción metalúrgica desempeña un rol central en el desarrollo de los países. Es la mayor generadora de puestos de trabajo con alto nivel de calificación dentro de la rama manufacturera.
El retroceso y la recuperación de la industria metalúrgica
La producción metalúrgica desempeña un rol central en el desarrollo de los países. Es la mayor generadora de puestos de trabajo con alto nivel de calificación dentro de la rama manufacturera.
POR DIEGO RUBINZAL
La Unión Obrera Metalúrgica fue uno de los sindicatos más poderosos durante las décadas del sesenta y setenta. Por aquellos años, la UOM contaba con un padrón de afiliados de aproximadamente 230.000 trabajadores y ocupaba la jefatura de la Confederación General del Trabajo. La fortaleza de la industria metalúrgica estuvo ligada al proceso de industrialización por sustitución de importaciones. La participación de esa industria, en la producción industrial total, se elevó del 14 al 27 por ciento desde 1935 a 1964. A mediados de la década del setenta, la rama metalúrgica representaba el 40 por ciento del producto bruto industrial y generaba más de 500.000 puestos de trabajo de manera directa. El liderazgo de los obreros metalmecánicos, expresado en la actividad de sus dos principales sindicatos (UOM y Smata), no fue solamente por el aspecto cuantitativo, sino también por las características de ese sector productivo.
La industria metalúrgica tiene un conjunto de rasgos que la diferencian cualitativamente de otras ramas de manufacturas: integra distintas cadenas de valor intra e interindustrial, su actividad está vinculada con procesos intensivos en conocimiento y tecnología, y requiere mano de obra calificada. No es casualidad que la producción metalúrgica desempeñe un rol central en las naciones desarrolladas. En su trabajo «La Industria Metalúrgica como factor estratégico para el desarrollo nacional: Evolución reciente, evidencias de cambio estructural y perspectivas», los economistas de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimbra) Fernando Grasso, Miguel Peirano, Daniela Moya y Sebastián Kossakoff señalan que «entre los países de mayor ingreso per cápita el empleo metalúrgico representa el 50 por ciento de los puestos de trabajo que genera el sector industrial. El volumen comercial, esto es la suma de exportaciones e importaciones, explica el 65 por ciento de las transacciones comerciales de la industria. Por último, en estos países desarrollados, la metalurgia genera el 51 por ciento del valor agregado total industrial y produce el 41 por ciento de las exportaciones industriales».
La relativa complejidad que había alcanzado la industria metalúrgica argentina fue severamente dañada por las políticas desindustrializadoras impulsadas por la dictadura militar y el menemismo. A mediados de la década del noventa «la importancia de los sindicatos relacionados con la industria metalmecánica, había tenido notables caídas en todos los parámetros que se quisieran analizar: número de afiliados, importancia en la actividad económica de su actividad, importancia en la central sindical», apuntan Claudia Tomadoni y Manfredo Koessl en su artículo «Estrategias sindicales frente a la desindustrialización. La industria automotriz en los años ‘90, publicado en la Revista de Ciencias Sociales.
Al estallar la convertibilidad, la participación de la industria metalúrgica en el valor agregado manufacturero se redujo un tercio, en relación con los valores vigentes a mediados de la década del setenta.
El proceso iniciado en el 2003 reconstituyó las condiciones para un relanzamiento productivo, en general, e industrial, en particular.
Los economistas de Adimra mencionan que «en una primera etapa, a partir de niveles inusitados de ociosidad en los primeros años pos convertibilidad (2003-2004), la producción metalúrgica se expandió un 77 por ciento y superó los niveles de 1999. Es decir que en sólo dos años recuperó el terreno perdido en los cuatro años previos. A partir de ese momento, la expansión del producto dejó de estar sustentada en la utilización de la capacidad instalada heredada para dar lugar a un proceso inversor considerable. En el período comprendido entre 2005 y 2008 la producción metalúrgica creció a una tasa promedio del 6,2 por ciento anual. Este desempeño no sólo duplicó el de la industria manufacturera, sino también la posicionó entre los rubros más dinámicos del sector siendo comparable únicamente al comportamiento que mostró la industria textil».
De esa manera, la industria metalúrgica se transformó en la mayor generadora de puestos de trabajo y con alto nivel de calificación dentro de la rama manufacturera^
drubinzal9yahoo.com.ar
La Unión Obrera Metalúrgica fue uno de los sindicatos más poderosos durante las décadas del sesenta y setenta. Por aquellos años, la UOM contaba con un padrón de afiliados de aproximadamente 230.000 trabajadores y ocupaba la jefatura de la Confederación General del Trabajo. La fortaleza de la industria metalúrgica estuvo ligada al proceso de industrialización por sustitución de importaciones. La participación de esa industria, en la producción industrial total, se elevó del 14 al 27 por ciento desde 1935 a 1964. A mediados de la década del setenta, la rama metalúrgica representaba el 40 por ciento del producto bruto industrial y generaba más de 500.000 puestos de trabajo de manera directa. El liderazgo de los obreros metalmecánicos, expresado en la actividad de sus dos principales sindicatos (UOM y Smata), no fue solamente por el aspecto cuantitativo, sino también por las características de ese sector productivo.
La industria metalúrgica tiene un conjunto de rasgos que la diferencian cualitativamente de otras ramas de manufacturas: integra distintas cadenas de valor intra e interindustrial, su actividad está vinculada con procesos intensivos en conocimiento y tecnología, y requiere mano de obra calificada. No es casualidad que la producción metalúrgica desempeñe un rol central en las naciones desarrolladas. En su trabajo «La Industria Metalúrgica como factor estratégico para el desarrollo nacional: Evolución reciente, evidencias de cambio estructural y perspectivas», los economistas de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimbra) Fernando Grasso, Miguel Peirano, Daniela Moya y Sebastián Kossakoff señalan que «entre los países de mayor ingreso per cápita el empleo metalúrgico representa el 50 por ciento de los puestos de trabajo que genera el sector industrial. El volumen comercial, esto es la suma de exportaciones e importaciones, explica el 65 por ciento de las transacciones comerciales de la industria. Por último, en estos países desarrollados, la metalurgia genera el 51 por ciento del valor agregado total industrial y produce el 41 por ciento de las exportaciones industriales».
La relativa complejidad que había alcanzado la industria metalúrgica argentina fue severamente dañada por las políticas desindustrializadoras impulsadas por la dictadura militar y el menemismo. A mediados de la década del noventa «la importancia de los sindicatos relacionados con la industria metalmecánica, había tenido notables caídas en todos los parámetros que se quisieran analizar: número de afiliados, importancia en la actividad económica de su actividad, importancia en la central sindical», apuntan Claudia Tomadoni y Manfredo Koessl en su artículo «Estrategias sindicales frente a la desindustrialización. La industria automotriz en los años ‘90, publicado en la Revista de Ciencias Sociales.
Al estallar la convertibilidad, la participación de la industria metalúrgica en el valor agregado manufacturero se redujo un tercio, en relación con los valores vigentes a mediados de la década del setenta.
El proceso iniciado en el 2003 reconstituyó las condiciones para un relanzamiento productivo, en general, e industrial, en particular.
Los economistas de Adimra mencionan que «en una primera etapa, a partir de niveles inusitados de ociosidad en los primeros años pos convertibilidad (2003-2004), la producción metalúrgica se expandió un 77 por ciento y superó los niveles de 1999. Es decir que en sólo dos años recuperó el terreno perdido en los cuatro años previos. A partir de ese momento, la expansión del producto dejó de estar sustentada en la utilización de la capacidad instalada heredada para dar lugar a un proceso inversor considerable. En el período comprendido entre 2005 y 2008 la producción metalúrgica creció a una tasa promedio del 6,2 por ciento anual. Este desempeño no sólo duplicó el de la industria manufacturera, sino también la posicionó entre los rubros más dinámicos del sector siendo comparable únicamente al comportamiento que mostró la industria textil».
De esa manera, la industria metalúrgica se transformó en la mayor generadora de puestos de trabajo y con alto nivel de calificación dentro de la rama manufacturera^
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