Sobre los tipos de cambio «diversificados»
Argentina – 28/05/2012 – Buenos Aires Económico – Pág. 28, 23/Sección: Negocios – Tiempo de Lectura: 6′ 12»
La contratapa de Eduardo Luis Curia
La contratapa de Eduardo Luis Curia
Días atrás, la presidenta Cristina Kirchner hizo señalamientos públicos respecto de aspectos del frente externo y cambiario, el que registra una sensibilidad no desdeñable.
Se había perfilado en el medio una versión acerca de un esquema de tipos de cambio múltiples. Cristina Kirchner produjo una desmentida enfática. Siguiendo sus palabras, se trataría de algo así como un «menú a la carta» de tipos de cambio, hasta «treinta cambios», expresó, parodiando. Naturalmente, son tópicos que alientan cierta susceptibilidad, capaces de inducir resonancias de orden público y político. Por eso, los mencionados señalamientos.
En esta columna se abre la posibilidad de abordar los tópicos en danza en un marco caracterizado por menores decibeles. Con esa premisa intentaremos procesar los temas en un plano más político-técnico, con la esperanza de arrimar alguna luz. Recuérdese, asimismo, nuestra nota en BAE «Tipos de cambio diferenciales: ordenando ideas» (17/10/2011). En rigor, en el título usamos un género: «cambios diversificados». Y, después, enfocamos las especies: «diferenciales», «múltiples», «desdoblamiento».
En una economía nacional esencialmente abierta y de peso acotado en el plano mundial, como lo es la nuestra, el tipo de cambio, en la faz estrictamente instrumental, es la variable más importante. Es el «precio de los precios», el «gran macroprecio» (remitiendo a un marco macro); por eso, Conesa lo llama «el rey de los precios». Es, también, un activo referencial.
Entiéndase bien: esa gran importancia pega en lo instrumental. En lo más valorativo, con implicancias también concretas, cosas como el empleo, el consumo, el bienestar, son más apreciables. No obstante, estas cosas sólo son afianzables en cuanto se dé un adecuado tratamiento a aquella variable, de crucial alcance macroeconómico.
El tipo de cambio, y sobre todo en su dimensión real (poder de compra), en definitiva, termina siendo una «variable compuesta»: confluyen en su determinación integral varios factores y niveles. Lo cual se resume en el llamado «tipo de cambio real efectivo» (TCREf), que dispara cierta paridad real según las circunstancias.
El elemento de arranque por excelencia del TCREf es el tipo de cambio real básico (TCRB), que expresa el valor (real) del dólar «tomado a secas» (nominal), sin aditamentos ni decrementos. El TCRB es el soporte fundamental del TCREf. Es omnicomprensivo en su dimensión transversal u horizontal en el seno de la economía y, asimismo, posee una incidencia de primera magnitud (en valor), por cuanto pega a pleno en el valor de las mercancías. Es obvio, pues, que el TCRB influye decisivamente en el nivel de paridad real del TCREf.
En rigor, y como se dijo en la nota arriba mencionada, nosotros ya tenemos un régimen de tipos de cambio diferenciales. Así, partiendo ineludiblemente del tipo de cambio básico, hay, por ejemplo, un cambio diferenciado «por resta», en virtud de las retenciones aplicadas a ciertas exportaciones (mayores para las agropecuarias), como también un cambio diferencial «por suma» (dado un sobrio plexo de promedio moderado, estratificado por valor agregado, de aranceles de importación y de reintegros a las exportaciones). Existen, además, modalidades de draw back y algunos reembolsos. Y, de facto, cuando se aplica una medida paraarancelaria, surge otra especificación cambiaria más ad hoc.
Moraleja: el sistema de tipos de cambio diferenciales ya opera. Así, se tiende a determinar un TCREf, con su nivel de paridad real pertinente, arrancando desde el TCRB y computando adicionales y decrementos con un criterio, en principio, de estipulación general previa.
Evolución de los tipos de cambio. Según funcionen los distintos elementos involucrados, así será la dinámica del TCREf. Por ejemplo; en la primera parte larga de la década pasada el TCREf tendió a ser muy alto, fogoneado, en lo sustantivo, por un TCRB muy competitivo; sobre éste encabalgaba la cota sobria de incrementos-decrementos, fácilmente manejable, determinando el efecto final. Nunca hubo un tipo de cambio «único». Con este esquema, dentro de la matriz general, se dio un crecimiento muy fuerte y sostenido, incluido un poderoso despliegue industrial (con avance sustitutivo y exportador) y superávits externos robustos. Se verificó una abundancia relativa de divisas.
En la medida en que se debilitó la paridad del TCRB, este factor, por su relevancia, dispara una palpable presión declinante sobre el TCREf. Con el tiempo, las secuelas del asunto no son desdeñables.
Justamente, durante el bienio 2010-11, la economía creció mucho, con altos valores anuales que recordaban los de la primera parte de la década pasada. Pero, cediendo el TCRB, también lo hizo el TCREf. Luego se tornó difícil conciliar el fuerte crecimiento del momento con la sostenibilidad de los superávits externos. Computando otros compromisos específicos –vgr., pagos de la deuda pública externa–, lo que denominamos la «dinámica de dólares» de la economía, que abordamos reiteradamente, tendió a enrarecerse, sentándose una estrechez relativa. Mientras en 2010 las reservas del Banco Central subieron 9/10%, ya en 2011 se dio una molesta presión a la baja en cuanto al stock de esas reservas. A la postre, las diversas circunstancias impactaron en las expectativas y en lo referido a los movimientos de portafolio, alentando la salida de capitales (y de dólares).
La cuestión cambiaria en perspectiva. Las autoridades reaccionaron ante la instancia que se fue dando. A inicios de 2011 se aplicó un paquete que incluyó como uno de sus elementos a un nuevo lote de licencias no automáticas de importación. En general, en lo doméstico, ese mecanismo ayudó a recuperar para la producción local lonjas del mercado interno que se venían perdiendo con motivo de la apreciación cambiaria real y de la oferta internacional de excedentes. De todos modos, ese paquete no alcanzó a dar una respuesta de la magnitud que planteaba la estrechez relativa de divisas. De allí que se pusiera en marcha, mediante diversos instrumentos, un racionamiento difundido de divisas que cubre las tres cuentas del sector externo, mientras se continuaba la política cambiaria en lo esencial.
Sintéticamente, ese enfoque tuvo éxito inmediato en cuanto a limitar, dicho genéricamente, la salida de dólares, caucionando, de paso, las reservas del Banco Central. También ayudó al respecto la actual desaceleración económica.
Ocurre que mientras el racionamiento es exitoso en lo limitante, debiéndose admitir desde ya las señales, con sus implicancias, que marcan un desdoblamiento –diversificación de valores del dólar– de facto del mercado, surge una inquietud con relación a otra dimensión: la generación de dólares «nuevos». Sólo las exportaciones y el ingreso de capitales externos generan divisas de modo directo. Por sí, la sustitución de importaciones no genera dólares directamente; los ahorra, en su caso. Y, operando con cierta organicidad (en lo que también entran las importaciones necesarias), puede, lo que es valioso, aportar mediatamente al respecto, sumando eslabones productivos en lo interno que sean antesala de exportaciones.
Quizás esta otra dimensión explica el ruido atribuible a los «treinta cambios» –los cambios múltiples lindando con la proliferación– que citaba la Presidenta. Como el racionamiento, por su densidad administrativa, y empalmando con las reacciones de los operadores, tiende a alentar numerosos tipos de cambio ad hoc, articulados ex post más que como orientaciones previas, podría insinuarse la tentación «superadora» de apelar en lo formal a una gama amplísima de tipos de cambio «a medida», con vistas a remontar la cuesta que impone el TCRB debilitado, asociado al dólar formal actual. Habría un esquema de «cambios a la carta», incluido un mayor casuismo y la exigencia de fuertes subsidios a ciertas exportaciones, con el riesgo de caer en un sistema enredado, de ardua comprensión y manejo.
Existe otra opción, atendiendo a una gama más corta: formalizar el desdoblamiento cambiario de hecho, asumiendo variantes de tipo de cambio importador-exportador resultantes de mezclas que integren (en distintas dosis) un rango cambiario similar a lo que hoy se conoce como mercado blue (también cabría un mercado «financiero»). Lo llamativo de esto es que así, aunque de manera parcial, se da más personería al TCRB y más beligerancia al tipo de cambio nominal básico. Que no es, sino, el famoso tipo de cambio horizontal.
Se había perfilado en el medio una versión acerca de un esquema de tipos de cambio múltiples. Cristina Kirchner produjo una desmentida enfática. Siguiendo sus palabras, se trataría de algo así como un «menú a la carta» de tipos de cambio, hasta «treinta cambios», expresó, parodiando. Naturalmente, son tópicos que alientan cierta susceptibilidad, capaces de inducir resonancias de orden público y político. Por eso, los mencionados señalamientos.
En esta columna se abre la posibilidad de abordar los tópicos en danza en un marco caracterizado por menores decibeles. Con esa premisa intentaremos procesar los temas en un plano más político-técnico, con la esperanza de arrimar alguna luz. Recuérdese, asimismo, nuestra nota en BAE «Tipos de cambio diferenciales: ordenando ideas» (17/10/2011). En rigor, en el título usamos un género: «cambios diversificados». Y, después, enfocamos las especies: «diferenciales», «múltiples», «desdoblamiento».
En una economía nacional esencialmente abierta y de peso acotado en el plano mundial, como lo es la nuestra, el tipo de cambio, en la faz estrictamente instrumental, es la variable más importante. Es el «precio de los precios», el «gran macroprecio» (remitiendo a un marco macro); por eso, Conesa lo llama «el rey de los precios». Es, también, un activo referencial.
Entiéndase bien: esa gran importancia pega en lo instrumental. En lo más valorativo, con implicancias también concretas, cosas como el empleo, el consumo, el bienestar, son más apreciables. No obstante, estas cosas sólo son afianzables en cuanto se dé un adecuado tratamiento a aquella variable, de crucial alcance macroeconómico.
El tipo de cambio, y sobre todo en su dimensión real (poder de compra), en definitiva, termina siendo una «variable compuesta»: confluyen en su determinación integral varios factores y niveles. Lo cual se resume en el llamado «tipo de cambio real efectivo» (TCREf), que dispara cierta paridad real según las circunstancias.
El elemento de arranque por excelencia del TCREf es el tipo de cambio real básico (TCRB), que expresa el valor (real) del dólar «tomado a secas» (nominal), sin aditamentos ni decrementos. El TCRB es el soporte fundamental del TCREf. Es omnicomprensivo en su dimensión transversal u horizontal en el seno de la economía y, asimismo, posee una incidencia de primera magnitud (en valor), por cuanto pega a pleno en el valor de las mercancías. Es obvio, pues, que el TCRB influye decisivamente en el nivel de paridad real del TCREf.
En rigor, y como se dijo en la nota arriba mencionada, nosotros ya tenemos un régimen de tipos de cambio diferenciales. Así, partiendo ineludiblemente del tipo de cambio básico, hay, por ejemplo, un cambio diferenciado «por resta», en virtud de las retenciones aplicadas a ciertas exportaciones (mayores para las agropecuarias), como también un cambio diferencial «por suma» (dado un sobrio plexo de promedio moderado, estratificado por valor agregado, de aranceles de importación y de reintegros a las exportaciones). Existen, además, modalidades de draw back y algunos reembolsos. Y, de facto, cuando se aplica una medida paraarancelaria, surge otra especificación cambiaria más ad hoc.
Moraleja: el sistema de tipos de cambio diferenciales ya opera. Así, se tiende a determinar un TCREf, con su nivel de paridad real pertinente, arrancando desde el TCRB y computando adicionales y decrementos con un criterio, en principio, de estipulación general previa.
Evolución de los tipos de cambio. Según funcionen los distintos elementos involucrados, así será la dinámica del TCREf. Por ejemplo; en la primera parte larga de la década pasada el TCREf tendió a ser muy alto, fogoneado, en lo sustantivo, por un TCRB muy competitivo; sobre éste encabalgaba la cota sobria de incrementos-decrementos, fácilmente manejable, determinando el efecto final. Nunca hubo un tipo de cambio «único». Con este esquema, dentro de la matriz general, se dio un crecimiento muy fuerte y sostenido, incluido un poderoso despliegue industrial (con avance sustitutivo y exportador) y superávits externos robustos. Se verificó una abundancia relativa de divisas.
En la medida en que se debilitó la paridad del TCRB, este factor, por su relevancia, dispara una palpable presión declinante sobre el TCREf. Con el tiempo, las secuelas del asunto no son desdeñables.
Justamente, durante el bienio 2010-11, la economía creció mucho, con altos valores anuales que recordaban los de la primera parte de la década pasada. Pero, cediendo el TCRB, también lo hizo el TCREf. Luego se tornó difícil conciliar el fuerte crecimiento del momento con la sostenibilidad de los superávits externos. Computando otros compromisos específicos –vgr., pagos de la deuda pública externa–, lo que denominamos la «dinámica de dólares» de la economía, que abordamos reiteradamente, tendió a enrarecerse, sentándose una estrechez relativa. Mientras en 2010 las reservas del Banco Central subieron 9/10%, ya en 2011 se dio una molesta presión a la baja en cuanto al stock de esas reservas. A la postre, las diversas circunstancias impactaron en las expectativas y en lo referido a los movimientos de portafolio, alentando la salida de capitales (y de dólares).
La cuestión cambiaria en perspectiva. Las autoridades reaccionaron ante la instancia que se fue dando. A inicios de 2011 se aplicó un paquete que incluyó como uno de sus elementos a un nuevo lote de licencias no automáticas de importación. En general, en lo doméstico, ese mecanismo ayudó a recuperar para la producción local lonjas del mercado interno que se venían perdiendo con motivo de la apreciación cambiaria real y de la oferta internacional de excedentes. De todos modos, ese paquete no alcanzó a dar una respuesta de la magnitud que planteaba la estrechez relativa de divisas. De allí que se pusiera en marcha, mediante diversos instrumentos, un racionamiento difundido de divisas que cubre las tres cuentas del sector externo, mientras se continuaba la política cambiaria en lo esencial.
Sintéticamente, ese enfoque tuvo éxito inmediato en cuanto a limitar, dicho genéricamente, la salida de dólares, caucionando, de paso, las reservas del Banco Central. También ayudó al respecto la actual desaceleración económica.
Ocurre que mientras el racionamiento es exitoso en lo limitante, debiéndose admitir desde ya las señales, con sus implicancias, que marcan un desdoblamiento –diversificación de valores del dólar– de facto del mercado, surge una inquietud con relación a otra dimensión: la generación de dólares «nuevos». Sólo las exportaciones y el ingreso de capitales externos generan divisas de modo directo. Por sí, la sustitución de importaciones no genera dólares directamente; los ahorra, en su caso. Y, operando con cierta organicidad (en lo que también entran las importaciones necesarias), puede, lo que es valioso, aportar mediatamente al respecto, sumando eslabones productivos en lo interno que sean antesala de exportaciones.
Quizás esta otra dimensión explica el ruido atribuible a los «treinta cambios» –los cambios múltiples lindando con la proliferación– que citaba la Presidenta. Como el racionamiento, por su densidad administrativa, y empalmando con las reacciones de los operadores, tiende a alentar numerosos tipos de cambio ad hoc, articulados ex post más que como orientaciones previas, podría insinuarse la tentación «superadora» de apelar en lo formal a una gama amplísima de tipos de cambio «a medida», con vistas a remontar la cuesta que impone el TCRB debilitado, asociado al dólar formal actual. Habría un esquema de «cambios a la carta», incluido un mayor casuismo y la exigencia de fuertes subsidios a ciertas exportaciones, con el riesgo de caer en un sistema enredado, de ardua comprensión y manejo.
Existe otra opción, atendiendo a una gama más corta: formalizar el desdoblamiento cambiario de hecho, asumiendo variantes de tipo de cambio importador-exportador resultantes de mezclas que integren (en distintas dosis) un rango cambiario similar a lo que hoy se conoce como mercado blue (también cabría un mercado «financiero»). Lo llamativo de esto es que así, aunque de manera parcial, se da más personería al TCRB y más beligerancia al tipo de cambio nominal básico. Que no es, sino, el famoso tipo de cambio horizontal.
(Comercio Exterior – Presidencia de la Nación – Poder Ejecutivo)
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